domingo, 11 de noviembre de 2007

En busca del hogar


Pocos días después de haber llegado a Madrid, la menor de mis hijas, María José – quien pronto cumplirá tres años -, me dijo con toda seriedad que ya no quería vivir en nuestra morada provisional: un hotel, cuyas pequeñas habitaciones de sólo veinte metros cuadrados diseñadas para satisfacer al turista individual que por motivos de trabajo se hospeda una o dos noches; ofrecía pocas comodidades a una familia mexicana de cuatro integrantes, con exceso de equipaje y recién llegada de su país natal.

Dadas las condiciones, no quedaba duda de que requeríamos con suma urgencia aplicar todas nuestras energías para encontrar nuestro nuevo hogar.

Nuestros planes de pasear por el centro de la ciudad para disfrutar los recorridos que organiza el Ayuntamiento para conocer a fondo el Madrid de los Austrias o el de los Borbones, serían pospuestos hasta que cumpliéramos la tarea pendiente.

Teníamos claro que nuestra nueva vivienda debería cumplir con ciertos parámetros que considerábamos básicos. Debía estar ubicada en el norte de la ciudad, pues en esa zona se encuentra la escuela a la que con anticipación habíamos inscrito a nuestras hijas.

Aspirábamos a que el departamento que alquiláramos contara con los tres preciados adjetivos tan conocidos en México: “bueno, bonito y barato”. Además de encontrarse cerca de alguna estación de metro o de autobús, que permitiera a mis hijas acudir con puntualidad al colegio y a mi trasladarme con cierta facilidad al centro de Madrid para presentarme en las clases del postgrado.

Con base en estos términos dimos inicio a nuestra búsqueda. Empezamos por consultar los dos diarios que más leen los españoles: “El País” y “El Mundo”. Al revisar sus páginas, nos enteramos de que, después de muchos años de crecimiento sostenido, el pujante sector inmobiliario ibérico se encontraba frente a una crisis cuyas consecuencias aun eran impredecibles.

Resulta que en España la tasa de interés anual que cobran los bancos y otras instituciones financieras para hipotecas de vivienda había pasado del 3.53% en que se encontraba a principios de 2004, al 5.49% en septiembre pasado. Es decir, los españoles pagan 60% más de intereses hoy que hace dos años.

Por cierto, la vivienda en este país es sumamente cara. El precio promedio de venta por metro cuadrado de construcción en Madrid es cercano a los 4,300 euros, unos 69 mil pesos. En España, si alguien desea comprar un departamento de 70 metros cuadrados en una zona regular, debe contar con unos cinco millones de pesos o, como la inmensa mayoría, solicitar un crédito hipotecario con una duración de entre treinta y cincuenta años.

Esta información, aparentemente poco relacionada con la búsqueda de nuestro nuevo hogar en alquiler, en realidad la afectaban de manera importante por una sencilla razón: La mayoría de los españoles que por los motivos expuestos decidieron no adquirir una vivienda, optaron por alquilarla, lo que en las últimas semanas había ocasionado que muchos de los “pisos” –como llaman aquí a los departamentos- que estaban disponibles para ser rentados, se ocuparan con la misma velocidad con la que se acaban las entradas para un encuentro entre el Real Madrid y el Barcelona.

A esta situación de coyuntura, había que agregarle las mil y una condiciones que para alquilar una vivienda ponen con toda justificación los arrendadores. La legislación que en materia de arrendamiento existe en España es excesivamente flexible con los arrendatarios.

Si un inquilino decide unilateralmente que la vivienda alquilada le ha gustado tanto que se quedará en ella durante cinco años, lo puede hacer sin autorización del arrendador, ya que los contratos, aunque sean firmados por un año, se pueden prorrogar a su voluntad hasta por cinco años. Esta situación ha provocado que se soliciten fianzas, depósitos y todo tipo de garantías cuyo monto asciende hasta en un año del alquiler que se pacte.

Tomando en consideración estos datos, comenzamos a visitar los pocos departamentos disponibles que se ajustaban a nuestro presupuesto y se encontraban en la zona que habíamos definido como nuestra área de búsqueda.

La mayoría de ellos eran promovidos por profesionales inmobiliarios, por lo que en caso de encontrar la vivienda deseada habría que agregar a nuestro ya de por sí inflado presupuesto, el pago de un mes de alquiler por los servicios prestados. Al revés de lo que sucede en México, la comisión del agente o corredor del alquiler la cubre el inquilino.

No todas las visitas eran a través de los citados agentes. De las pocas que eran mediante un “trato directo” con el propietario, casi todas eran una especie de “casting” en el que el arrendador recibe de 20 a 30 interesados, la mayoría parejas con hijos pequeños, a los que con toda gentileza va despachando uno a uno después de una entrevista –más parecida a un interrogatorio-, en la que además de recordarles las múltiples garantías solicitadas, se busca cualquier indicio que pudiera ser de utilidad para descubrir algo “sospechoso”.
En este escenario poco alentador, detectamos un área de oportunidad, un denominador común que se repetía en todas las visitas y resultaba extremadamente agradable de observar: el gran respeto y empatía de los españoles hacia nuestro pueblo, hacia los mexicanos en general. En cada plática que sosteníamos contábamos con esta sutil pero, como lo comprobaríamos después, decisiva ventaja.

Finalmente, después de un periplo de un par de semanas, la fortuna nos empezó a sonreír. Acudimos a una cita en un pequeño departamento, casi nuevo, propiedad de un español de profesión piloto aviador. Ubicado en una comunidad o condominio muy agradable, cerca del colegio de nuestras hijas, a un precio sumamente accesible.

Carlos, el piloto, llevaba cerca de tres meses entrevistando prospectos para alquilar la vivienda que había desocupado debido a su recién celebrado matrimonio. Sin pensarlo más de dos veces, concluida la conversación, con toda solemnidad nos dio el veredicto: éramos los “elegidos”.
Sorprendente al inicio, después de indagar un poco más, descubrimos el factor decisivo: La madrina de bautizo de Carlos es una mexicana, oriunda de Cozumel. Al parecer, el cariño de nuestro gentil arrendador por nuestro país, nos ayudo a conseguir el piso “bueno, bonito y barato” que tanto deseábamos.

Poco antes de partir de México concluí que lo que más deseaba era volver para encontrar a todos aquellos amigos y familia que, como lo he dicho en otra ocasión, son el apoyo sobre el cual fincamos nuestra estancia en Madrid. Este deseo es extensivo a todos aquellos en quienes nuestros amigos y familia basan la propia felicidad.

Por ello, nuestra solidaridad profunda para mi amigo el periodista Francisco Hernández y su familia, por la irreparable perdida de su señora madre. Un abrazo, hermano.

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domingo, 4 de noviembre de 2007

La llegada

Después de meses de preparativos, finalmente llegamos a Madrid. Poco más de diez horas en el avión más moderno con que cuenta nuestra flota aérea, el Boeing 777 de Aeroméxico, son las que separan a la capital mexicana de la española.

El anteriormente viejo y obsoleto Aeropuerto de Barajas, hoy modernizado y con tres nuevas terminales y pistas suficientes para el aterrizaje y despegue simultaneo de hasta tres aeronaves, irremediablemente trae a la mente el recuerdo de los seis años perdidos por la terrible decisión que en 2001 impidió la construcción del aeropuerto alterno al de la Ciudad de México en el Valle de Tizayuca y la gran oportunidad que representa para Hidalgo y para el país la reciente rectificación que al respecto realizó el gobierno federal al permitir la edificación de un aeropuerto de carga en dicha zona de nuestro estado.

Tengo la fortuna de estar acompañado de mi esposa Ana Lilia y de mis dos pequeñas hijas, Ana María y María José, quienes a pesar de que sus cuatro y dos años de edad, respectivamente, tienen conciencia de que se avecina un cambio radical en sus vidas.

Bajo el brazo llevamos el recuerdo del gran apoyo recibido de amigos y familiares, quienes no escatimaron en calurosas despedidas y en diversas muestras de afecto, que hoy, a la distancia, son el mayor tesoro con el que podemos contar.

En términos generales, nos hemos planteado tres objetivos fundamentales para el viaje, que inicialmente está programado para durar alrededor de un año.

En primera instancia el “académico”, que básicamente consiste en sacar el mayor rendimiento posible a los estudios de postgrado en Gobernabilidad y Gestión Pública que realizaré en el Instituto Universitario Ortega y Gasset de Madrid.

Considero importante mencionar que este objetivo antes que personal es familiar. Tanto hijas como esposa han aportado algo para que quien escribe estas líneas tenga la oportunidad de acudir día con día a las aulas y cumplir con ello una añeja aspiración.

Que quede claro: no considero que se trate de una empresa extraordinaria. Es, desde mi punto de vista, sólo uno de los muchos y, afortunadamente, mayoritarios casos de solidaridad familiar y trabajo en equipo que mueven a nuestro país.

Es así como la gran mayoría de personas comunes logramos salir adelante: con esfuerzo propio, por un lado; generosidad y apoyo de quienes nos rodean, por el otro.

Lo que esperamos vivir los siguientes doce meses, no podría siquiera compararse, por ejemplo, con el inmenso sacrificio que todos los días hacen miles de familias mexicanas para que sus hijos asistan a la escuela. Menos aún con el valor que demuestran nuestros paisanos al emigrar a los Estados Unidos para ofrecer a los suyos la posibilidad de una vida mejor.

Como segundo objetivo se encuentra lo que llamamos “la vivencia”. Aspiramos a que ésta sea el resultado de mantener los ojos bien abiertos y una actitud siempre receptiva frente a un entorno nuevo.

Deseamos que la combinación de ambos nos permitan aprovechar al máximo las diferentes lecciones –tanto personales y familiares, como profesionales y académicas; que esperamos obtener de la experiencia de vivir un año lejos de lo que nos define y más queremos, en un país con muchas similitudes y al mismo tiempo con múltiples diferencias en relación con el nuestro, así como sortear con éxito los retos, oportunidades y riesgos que todo cambio por sí mismo conlleva.

En tercer término, cumplir puntualmente el compromiso gustosamente adquirido con “El Sol de Hidalgo” de relatar la experiencia que viviremos en Madrid, lo que sin lugar a dudas es un gran honor y representa una oportunidad invaluable de renovar periódicamente el vínculo con la tierra donde se encuentra “lo nuestro”.

Como ya lo dije, la historia que relataré es sólo una más de las muchas que suceden cotidianamente. Todos las tenemos, pero no siempre podemos contarlas. A partir de la siguiente entrega, compartiré la que, junto a mi familia, se construirá a lo largo del siguiente año.

Por último, es importante mencionar que intentaré hacerlo desde una visión que parte de un profundo respeto tanto a los lectores y al medio de comunicación que gentilmente me abren las puertas, aquellos de sus casas y éste de sus páginas; como a quienes a través del esfuerzo de muchos años pueden llamarse a sí mismos y sin cortapisas: periodistas.

Este último en definitiva no es mi caso. Por ello, por el agradecimiento debido a “El Sol de Hidalgo” y por el profundo respeto al oficio del periodismo, me considerare simplemente un afortunado colaborador, de ninguna manera un periodista, ni siquiera un aspirante a serlo.

Dicho esto, me despido de Usted apreciable lector y con mucho gusto le digo: Hasta la próxima.

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