domingo, 22 de junio de 2008

El “Vía Crucis” de la licencia de manejo española

Probablemente uno de los trámites administrativos más temidos y a la vez más necesarios en España sea el de la obtención de la licencia de manejo, o más bien dicho, del permiso de conducir.

No se trata de un simple trámite de un día sino de una serie de complicados pasos que las autoridades españolas han ido construyendo para hacer cada vez más difícil obtener el permiso en cuestión e intentar garantizar con ello que quienes se encuentren frente a un volante lo hagan en las mejores condiciones posibles.

Sobretodo si consideramos que a partir del primero de mayo de 2008 las personas que conduzcan sin permiso de conducir cometen un delito contra la seguridad del tráfico.

Según el artículo 384 del nuevo Código Penal, manejar un vehículo sin contar con el carné – así le denominan comúnmente –, no habiéndolo obtenido nunca, se castiga con una pena de prisión de tres a seis meses o una multa de 12 a 24 meses y trabajos en beneficio de la comunidad de 31 a 90 días.

Dado que el carné de conducir español utiliza el sistema de puntos, no escapan a estas penas aquellos que los hubiesen perdido todos por sus infracciones de tráfico.
Ésta no es la única falta del tipo que puede llevar a alguien a la cárcel.

También conllevan pena de prisión exceder en sesenta kilómetros por hora el límite de velocidad permitida en zonas urbanas y en ochenta kilómetros en carretera; superar los 0,60 miligramos de alcohol por litro de aire y los 1,2 gramos por litro de sangre; y la negativa a someterse a un control de alcoholemia.

Así las cosas, enterados de las graves consecuencias que puede ocasionar no contar con uno, los españoles y todos aquellos que necesitamos conducir en España debemos cumplir una a uno los requisitos para obtener el carné en cuestión.

Lo primero es aprobar un difícil examen teórico en el que no se pueden tener más del 10% de errores.

Cerca del 30% de quienes realizan el examen teórico no lo aprueban en su primer intento.

Es tal la amplitud, complejidad y nivel de confusión de la prueba que la mayoría de los aspirantes prefieren desembolsar un promedio de 150 euros – alrededor de dos mil quinientos pesos – y matricularse en una escuela de manejo para prepararse con entre diez y treinta días de anticipación.

El manual oficial de 224 páginas consta de quince temas con un contenido sumamente diverso: documentación, seguridad vial, mandos del vehículo, usuarios de la vía; señalización, alumbrado, la vía, velocidad y distancias; maniobras, prioridad, transporte de personas y carga, conducción segura; así como mecánica, accidentes de circulación y viajes.

Una vez se considere estar preparado para presentar la prueba teórica se deberá acudir ante un perito y pagar 30 euros para que certifique el estado psicofísico del aspirante.

Posteriormente se pagan 30 euros más a la autoescuela para que alguien más realice los trámites de inscripción ante la Dirección General de Tráfico, así como otros 80 euros por concepto de derechos para el examen.

Si se tiene la buena suerte de aprobar el examen al primer intento se deberá iniciar con las clases prácticas en la autoescuela.

No se trata sólo de saber manejar un vehículo sino de identificar diversos vicios en la conducción que la mayoría de las personas no conocemos pero sí los examinadores de la Dirección General de Tráfico, que estarán prestos para reprobar a quien se atreva a cometerlos en su presencia.

Cuando el tutor de la autoescuela considere que el alumno está preparado para presentar la prueba práctica, se pagarán otros 30 euros de trámite y otros 80 euros de derechos para la realización del examen.

Son muchas las leyendas urbanas existentes en torno al examen práctico. Lo que es un hecho es que un vehículo oficial que tiene de pasajeros a un rígido examinador, a un tutor de la autoescuela y a tres ciudadanos deseosos de obtener su permiso da para muchas historias.

En caso de aprobar este examen el aspirante tendrá derecho a que se le expida el carné de conducir, aunque no en las mismas condiciones que los conductores con mayor experiencia.

En vez de doce puntos, a los conductores noveles se le otorgarán sólo ocho. También deberán llevar un horrible letrero con una “L” en su vehículo y no podrán exceder los ochenta kilómetros por hora. La tasa permitida de alcohol será de 3/5 partes de la permitida para conductores con más años de experiencia.

Así las cosas, en el mejor de los casos, la obtención del permiso de conducir habrá costado la nada despreciable cantidad de 400 euros – casi 7 mil pesos – y por lo menos un mes de preparación.

Por cierto, a diferencia de los ciudadanos de países como Argentina, Perú o la República Dominicana; en España los mexicanos no tenemos derecho a convalidar nuestras licencias de conducir expedidas en México.

Este tema ha resultado muy polémico, pues los mexicanos residentes en España lo han solicitado, por decir lo menos, con insistencia.

El anterior Embajador de España en México, después de analizar la situación, informó que dicha convalidación era prácticamente imposible de realizar por la dificultad que implicaba que cada entidad federativa mexicana contara con la atribución de expedir licencias de manejo, lo que en la práctica se traducía en que el gobierno español tuviera que negociar con cada uno de los 31 estados y el Distrito Federal.

Es cierto, sería un trámite largo, pero plenamente justificado si se considera que España es el mayor socio comercial de nuestro país después de los Estados Unidos de América y que son muchos los mexicanos que requieren conducir en la península ibérica y en el resto de Europa.

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viernes, 20 de junio de 2008

Felipe Calderón en España: el México que otros ven


Felipe Calderón llegó a España con bombo y platillo.

Su visita de Estado no paso desapercibida, ni para la prensa internacional ni para los españoles en general.

A su alrededor se organizaron eventos de diversa índole.

No faltaron ni los ejecutivos encuentros de negocios ni los rimbombantes actos protocolarios con la monarquía y clase política española.

Pero no sólo fueron banderitas de México en el Paseo de la Castellana – la fuente de las Cibeles lucía muy bien de tricolor – o aviones de combate que escoltaron a nuestro primer mandatario desde que el avión “Presidente Juárez” ingresó al espacio aéreo español.

Los honores y atenciones que se le dieron al presidente de la república, en su calidad de jefe del Estado mexicano, dejaron claras varias cosas.

En primer lugar, que la relación entre los pueblos español y mexicano es cercana, sana y muy prometedora.

Precisamente en marzo pasado se cumplieron treinta años del reestablecimiento de las relaciones diplomáticas entre dos gobiernos cuyos habitantes jamás las habían roto.

Existe una innegable empatía, que afloró durante la visita de Felipe Calderón Hinojosa al Congreso de los Diputados español.

Cuando el presidente de dicho órgano legislativo, el socialista José Bono, recordó la recepción que en los años cuarenta México dio a cerca de 30 mil españoles que encontraron en nuestro país el refugio que requerían “por defender la libertad”; los diputados españoles respondieron con un pocas veces visto aplauso unánime, reconociendo ese gesto singular e histórico, muestra de la nobleza de nuestra nación.
En segundo lugar, que ambos países han dejado de ser meros socios comerciales, para convertirse en “aliados naturales”, tal como lo señaló el propio presidente de la república.

En un escenario de crisis internacional, las dos naciones tienen frente a sí el gran reto de crecer hacía espacios que hasta ahora no les eran naturales o se observaban lejanos.

Ni duda cabe que México es la puerta de entrada de España a América, ni que el país ibérico será el puente que nuestro país utilizará para ampliar su presencia en Europa.
Calderón dejó muy claro que su gobierno ha comprendido que la única forma de reducir nuestra altísima dependencia de la economía estadounidense es ampliar nuestros mercados, y que la Unión Europea, con acuerdo de libre comercio incluido, es en el corto y mediano plazo el lugar hacia el cual lo podemos hacer en mejores condiciones.

Lo mismo sucede con España. Le interesan tanto Iberoamérica como los Estados Unidos y Canadá.

México cuenta con una situación geográfica privilegiada y con acuerdos de libre comercio con América del sur y del norte, que lo convierten en campo fértil para invertir y producir con miras a acceder a dichos mercados.

Dudo mucho que exista otro país en Latinoamérica en donde las inversiones españolas puedan encontrar una mejor recepción. El espectáculo dado por Hugo Chávez en el marco del “por que no te callas” del Rey Juan Carlos es muestra clara de ello.

Casi 30 mil millones de euros han invertido sus empresarios en los últimos siete años, lo que convierte a España en el segundo inversor en tierras mexicanas, únicamente superado por los Estados Unidos de América.

La tercera y más importante situación que quedó clara fue que, contra lo que muchos piensan y algunos quieren hacer pensar, México es visto desde el exterior como una nación con un futuro prometedor, con un liderazgo indiscutible a nivel americano y con todo el potencial para ser jugador de “grandes ligas” en el concierto internacional.
La mayoría de los organismos internacionales privados y públicos ubican a México en la primera línea de los países en las siguientes décadas.

Los españoles lo saben, lo que quedó muy claro durante la reunión con los presidentes del Consejo Superior de Cámaras de Comercio, Industria y Navegación, Javier Gómez-Navarro; y de la Confederación Española de Organizaciones Empresariales, Gerardo Díaz-Ferrán.

Como lo he señalado en anteriores colaboraciones, tanto la población como la economía mexicanas están llamadas a colocarse muy por encima de las de muchas naciones que hoy juzgamos inalcanzables.

No por nada el presidente de la república acudió a la inauguración de la exposición universal de Zaragoza, en donde tocó a México el honor de iniciar con las actividades que durarán cerca de tres meses.

En contraparte, el tema de la seguridad pública y las reformas estructurales sin realizar, junto con la enorme desigualdad social existente, se observan como los grandes pendientes de nuestro país.

El seguimiento que a ambos temas les dan los medios de comunicación españoles y europeos es amplio y constante.

Afortunadamente, son muchos más los pros que los contras y estos últimos se enfocan más como oportunidades que como debilidades.

Esta percepción tan favorable de nuestro país debe ser, además de motivo de enorme orgullo y satisfacción, una justificación para poner manos a la obra y definir de una vez por todas el camino que habremos de tomar para enfrentar los inmensos retos que tenemos como nación.

Ubicarnos mañana ahí donde los de afuera nos sitúan hoy, requiere del consenso social suficiente para definir un rumbo conjunto y claro, que nos permita a los mexicanos saber y decidir hacía donde se dirige el barco del que todos somos parte esencial y cuál deberá ser la aportación que en lo individual y en lo colectivo habremos de realizar.

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lunes, 9 de junio de 2008

Campañas que salvan vidas


La comunicación política está muy desprestigiada últimamente.

Quizá porque no hay campaña electoral en la que no se le compare con el mismo Lucifer, o porque el innegable abuso del que ha sido objeto ha generado un natural rechazo social.

Acusar al adversario político en turno de ser fruto del marketing está de moda, vende bien.

El término mercadotecnia y todos los que se le relacionan han pasado a ocupar un lugar privilegiado en el listado de frases y palabras con una connotación negativa automática en el discurso político actual – nunca superará a la palabra “privatizar”, claro está.

Se ha generado una falsa relación entre la utilización de la mercadotecnia política y la falta de ideas y proyectos de fondo de aquel que la aplica.

Como si los que no recurren a ella o lo hacen con mal tino fuesen automáticamente visionarios hombres de Estado, y quienes sí lo hacen marionetas vacías de ideas.

La realidad es que la comunicación política cumple una función esencial en el marco de una sociedad democrática, pues no sólo comprende el ámbito electoral – quizá el más denostado – sino el de la comunicación gubernamental, entre otros.

La utilización de una adecuada estrategia en esta materia debe ser, más que una cualidad adicional o deseable, una obligación institucional; una parte vital del sistema de rendición de cuentas y un mecanismo para que la ciudadanía haga propio el proyecto o proyectos que la administración en turno lleve a cabo.

El mejor camino para desincentivar lo que se conoce como “desafección política” es precisamente una adecuada comunicación entre el gobierno y los ciudadanos a los que sirve.

La falta de una comunicación fluida con la sociedad tiene efectos negativos en la participación política, tanto convencional como no convencional.

La primera se observa en una baja participación en la urnas. La segunda, en la dificultad social para, por ejemplo, organizarse para impulsar, opinar o rechazar una acción de gobierno en particular.

Así las cosas, la comunicación política es mucho más que “propaganda” a favor de uno u otro partido o grupo en el poder.

Es difícil explicar una acción cuando uno mismo no la entiende o es el único que lo hace. Más complicado aún es justificar una serie de acciones, el proyecto, si éste no existe o no está claro.

Quizá por eso muchos gobiernos rehúyan a utilizar la comunicación política para marcar cuál es la orientación que se le intenta dar al barco cuya obligación es conducir.

Existen casos concretos que nos permiten observar con claridad los efectos positivos de la comunicación gubernamental, cuando ésta se orienta a dar buenos resultados y no a justificar la falta de ellos.

Ejemplo de lo anterior, muy sonado actualmente en toda España, son las estrategias de comunicación de la Dirección General de Tráfico, dependiente del Ministerio del Interior – comparable en México con la Secretaría de Gobernación federal.

Desde hace varios años esta dirección ha emprendido acciones específicas tendientes a reducir el número de accidentes de tráfico y los efectos de éstos en las propiedades y en la vida y salud de las personas.

Hoy mueren en España prácticamente la mitad de las personas que morían hace quince años.

En 1992 perdieron la vida en accidentes de tráfico 5,035 personas; en el año 2000, lo hicieron 4,295; el año pasado murieron 2,742 personas en accidentes de este tipo.

Muchos son los factores que explican el éxito en el trabajo de una dirección a la que antes nadie quería llegar y en cambio hoy es ampliamente reconocida por la mayoría de los españoles.

Sin lugar a dudas, uno de eso factores es la impresionante estrategia de comunicación que de manera continuada lleva a cabo.

Sus campañas gustan a muchos por su originalidad y alto impacto. Otros las rechazan por considerarlas demasiado “realistas”.

Para muestra el comercial de televisión en el que, acompañado de crudas imágenes, una persona dice: “Había tráfico pero esa moto no la vi. Juro que miré pero no la vi. Ahora en cambio la veo a todas horas. Veo ese cuerpo… no se movía… ¿Por qué no miré otra vez? Él estaría vivo… Aunque en mi caso no es grave, porque esto es sólo un anuncio y yo un actor”.

Como si la realidad de la perdida de vidas no justificara la aplicación de ingenio, creatividad y metodología para evitarla o disminuirla.

El caso es que cada año disminuye el número de muertos por accidentes de tráfico y, como los números no mienten, se han acallado las voces que clamaban por el regreso de los mensajes acartonados y tradicionales, que nadie veía y menos aún escuchaba.
Muchos no toleran el spot de radio que es parte de la campaña para conducir sin alcohol y no deja espacio para dudas: “Beber y coger el coche. Te acaban pillando tío. Y te van a quitar seis puntos, 600 euros, el carné; te pueden hasta meter en la cárcel. Te vas a matar ¿te enteras? O peor aun, vas a matar a tus colegas, a tu novia o a los hijos que aun no has tenido ¿Y después qué? ¿Vas a poder seguir viviendo como si nada?”

Porque es más fácil destruir y criticar que proponer y reconocer cuando las cosas están bien hechas o al menos cumplen su cometido.

Los spots y demás elementos de las campañas mencionadas están disponibles en el portal de internet de la Dirección General de Tráfico de España
http://www.clicknaranja.com/nopodemosconducirporti.

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domingo, 1 de junio de 2008

China e India, el futuro


Sabemos menos de China e India de lo que ellos saben de nosotros y mucho menos de lo que deberíamos saber para estar en posición de afrontar los retos y oportunidades que la creciente importancia de estos dos países nos plantea.

Lo confirmé cuando en días pasados asistí en Madrid a la serie de conferencias que se dictaron en el marco de la XIX edición del seminario internacional “El Estado Social hoy”, organizado por instituciones ampliamente reconocidas en el espectro europeo del conocimiento, como lo son la Fundación José Ortega y Gasset, el Centro de Estudios Políticos y Constitucionales, y la Fundación Internacional para Iberoamérica de Administración y Políticas Públicas.

Una ponencia en particular, la ofrecida por el Doctor en Derecho y en Sociología Emilio Lamo de Espinosa, llamó ampliamente mi atención y la de los presentes, entre los que se encontraban representantes de prácticamente la mayoría de los países iberoamericanos y de muchos europeos.

Lamo de Espinosa, autor de infinidad de publicaciones y Catedrático de Sociología de la Universidad Complutense de Madrid, dictó la conferencia “Crecimiento económico, pobreza y seguridad en la agenda internacional”.

La disertación de quien fuera director del Real Instituto Elcano y del propio Ortega y Gasset, ofreció a los asistentes una visión amplia de lo que desde su calificado punto de vista está sucediendo a nivel internacional.

Las palabras del coautor del famoso Diccionario de Sociología ayudaron a los presentes a ubicar las posteriores conferencias y debates en el marco de los fenómenos que se presentan en el campo de la geopolítica.

Este perspectiva resulta de mucha utilidad, pues de manera errónea tendemos a pensar que lo que pasa fuera de nuestro ámbito de acción o de visión no nos afecta, cuando la realidad es que los fenómenos y tendencias mundiales influyen de manera determinante en lo que sucede en nuestro continente, en nuestro país, en nuestro estado y en nuestra comunidad.

Desde este punto de vista global, Lamo de Espinosa planteó su argumento con singular claridad: estamos siendo testigos de la construcción de un nuevo orden internacional, caracterizado por una menor relevancia de Estados Unidos de América, de los países de la Unión Europea y de Japón; así como por una creciente importancia de los actuales países en vías de desarrollo, dentro de los cuales China e India juegan un papel fundamental.

Lo anterior se debe a las profundas transformaciones que han tenido lugar a partir de 1950 en cuatro aspectos básicos.

En lo político, dado que un mayor número de países democráticos implica un mayor potencial de crecimiento económico; en lo tecnológico, en virtud de que internet y un sistema global de transporte de mercancías generan una deslocalización del trabajo; en lo económico y en lo demográfico.

Respecto de los dos últimos aspectos los datos proporcionados por el destacado investigador son contundentes.

En materia económica, según el Banco Mundial, mientras que los países que más crecen entre los que se consideran desarrollados – España, por ejemplo – lo hacen a un ritmo moderado del 3% anual, las economías de las naciones asiáticas llegan al 8%.

Incluso los estados del África subsahariana se desarrollan a un promedio mayor que el mundial. América Latina es la excepción con crecimientos mínimos cercanos al 2%.
En 1975 los países emergentes generaban sólo el 40% de la producción mundial, en 2005 el 50% y en 2015 se estima que lo hagan con un 60%.

El Fondo Monetario Internacional calcula que en el año 2008 China e India contribuirán al Producto Interno Bruto mundial con el 16.8% y el 6.7%, cada uno. Mientras que Estados Unidos y los países de la Unión Europea lo harán con el 18.5% y 20.5%, respectivamente.

De las veintisiete naciones que integran la Unión Europea, la mayor economía es la de Alemania y aportará solo el 3.6% del PIB mundial en el mismo periodo.

Según datos de Pricewaterhouse en el año 2050, el tamaño de las siete principales economías emergentes – China, India, Brasil, Rusia, Indonesia, México y Turquía –, conocidas comúnmente como “E7”, prácticamente será del doble de las del “G7”; que incluye a los Estados Unidos, Japón, Alemania, Reino Unido, Francia, Italia y Canadá; más España, Australia y Corea del Sur.

En materia demográfica, las cifras resultan igualmente reveladoras.

De acuerdo con las Naciones Unidas, en 1950 la población mundial era de 2,500 millones de habitantes; actualmente se estima en 6,700 millones; y en el año 2050, será de unos 9,000 millones.

A pesar de lo anterior, mientras que la población de los países desarrollados prácticamente no ha crecido desde 1950 y no se espera que lo haga hasta el año 2050, el número de habitantes en los países en vías de desarrollo se ha triplicado en 2008 y se quintuplicará para el 2050.

China e India son las naciones que ofrecen los datos más significativos.

La República Popular China, que en 1950 contaba con 560 millones de habitantes, hoy cuenta con 1,300 y en el 2050 lo hará con cerca de 1,420 millones. Vale la pena recordar que en este país la ley sólo permite a las parejas tener un hijo, lo que ha disminuido drásticamente su tasa de natalidad.

La India, por su parte, ha pasado de tener una población de 370 millones en 1950 a 1,100 millones actualmente, siendo la mayor democracia del orbe. En el año 2050 será la nación más poblada del mundo, con un estimado de 1,600 millones de habitantes.

Entre ambas tendrán 3,000 millones de personas en 2050, por lo que concentrarán la tercera parte de la población mundial, como lo hacen hoy en día – México será uno de los diez países más poblados de la tierra con 147 millones de habitantes.

Tanto chinos como hindúes están aprovechado al máximo las transformaciones de las que se ha hablado y lo han hecho con modelos no del todo similares.

Los chinos se han beneficiado del fenómeno mundial de la deslocalización del denominado trabajo manual, fabril o de “cuello azul” y se han enfocado a la expansión de su industria para fabricar mercancías, mediante la utilización de mano de obra poco cualificada y la exportación.

El modelo de los hindúes es diferente. Han aprovechado la deslocalización del trabajo de oficina o de “cuello blanco” y se han orientado al sector servicios – 53.8% de su economía –, mediante la aplicación de mano de obra cualificada y el fortalecimiento gradual de su mercado interno, exportando lo que comúnmente se conoce como “software”, más que productos manufacturados.

Ejemplo del milagro hindú son las crecientes industrias de producción cinematográfica, los call centers y la “maquila” de la contabilidad de empresas multinacionales. Cuatro de las diez personas más ricas del mundo, según la revista Forbe´s, son de este país.

En los primeros nueve meses de 2007, los inversionistas hindúes se ubicaron como los más activos compradores de empresas de todo el mundo. A finales de marzo pasado, el magnate Ratan Tata anunció la adquisición de la marca Jaguar, icono automotriz ingles, anteriormente en manos de Ford Motor Company.

La expansión económica y poblacional de estas dos naciones tendrá como lógica consecuencia un incremento gradual de su clase media. Se calcula que para el año 2025, cada uno cuente con 500 millones de habitantes en esa condición, lo que significará un potencial de consumo superior al de cualquier otro país o región económica del mundo.

Ahora bien ¿Qué tiene que ver la exposición del Dr. Lamo de Espinosa con México?
Mucho, si consideramos el hecho de que nuestro país aparece como un potencial miembro de este nuevo orden mundial, tanto en lo económico como en lo demográfico.

Hago hincapié en el término potencial, porque para ubicarnos en esa posición requerimos, entre otras cosas, incrementar exponencialmente nuestros lazos con quienes ostentarán el liderazgo mundial en un futuro no muy lejano.

Cada paso que nos permita hacerlo es en sí mismo una ganancia.

Debemos empezar a sembrar y estar concientes de que los resultados no serán inmediatos. Mientras más tarde iniciemos, menores serán nuestras oportunidades.
Roma no se hizo en un día, menos aun Pekín y Nueva Delhi.

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