domingo, 25 de enero de 2009

Partidos políticos en Internet: terreno desconocido

En días pasados leí una nota publicada en el portal web de un periódico mexicano de circulación nacional que daba cuenta de las estrategias que los comités nacionales de los tres principales partidos políticos de México han diseñado para “captar” el voto joven a través de cibercampañas en Internet.

Después de leer la información confirmé mi hipótesis inicial: Los partidos políticos no tienen la menor idea de los alcances y limitaciones de Internet, ni de las características de sus usuarios habituales. Menos aún, de las implicaciones que las nuevas tecnologías de la información y la comunicación tienen en las estructuras políticas, sociales y económicas de la actualidad, de las cuales ellos mismos forman parte.

Como Marco Polo, Cristóbal Colón, Roal Amundsen o Neil Armstrong, los estrategas partidistas –enfundados en sus trajes de explorador– se disponen a conquistar el nuevo mundo del Internet y los tesoros que guarda: millones y millones de votos de cibernautas que, sin la menor resistencia, esperan la llegada del conquistador para entregarle el sufragio que lo lleve a la merecida victoria electoral.

Para lograr su cometido PAN, PRI y PRD crearán comunidades virtuales e insertarán su publicidad en aquellos espacios a los que suelen acceder los 23 millones de jóvenes de entre 18 y 30 años que podrán votar en las elecciones federales del 5 de julio próximo. Una buena combinación de blogs, Facebook, Hi5, YouTube y mensajes de correo electrónico es infalible, consideraron los entrevistados.

Incluso se aventuraron a utilizar los métodos de cálculo de antaño para estimar el beneficio electoral esperado: Hasta 4 millones de votos decía un optimista representante partidista. Lo único que les falto decir fue un: “si a Barack Obama le funcionó ¿Por qué a nosotros no?”.
Desafortunadamente –para los partidos políticos– sus teorías sobre captación de votos en Internet e identificación del mercado electoral en el segmento de referencia no podrían estar más alejadas de la realidad.

Pensar que para convencer a los jóvenes y no tan jóvenes, que han hecho del Internet un espacio habitual de comunicación y convivencia –que no el único–, sólo basta tener presencia publicitaria en los citados espacios, tiene la misma base científica que suponer que cualquiera de los futuros candidatos pasaría por el cantante Bono de U2 con sólo ponerle unas gafas, vestirlo de negro y enseñarle la letra completa de la canción “With or without you”.

Cualquier organización o persona con una conexión a Internet puede, por ejemplo, abrir un blog –hasta yo abrí uno– y publicar prácticamente lo que le plazca. Es más, si se dispone de suficiente dinero, se puede contratar a la empresa Google un link patrocinado para que el enlace a la página del partido político equis aparezca en dicho buscador cuando alguien escriba las palabras “democracia México”, “eficiencia política”, “transparencia en ejercicio de gobierno” o “combate a la corrupción”.

Leyendo la nota en cuestión es posible concluir que los institutos políticos ven al Internet como un mero “tablón de anuncios”. Una herramienta publicitaria más, que se sumará a las bardas, espectaculares, gorras y spots de radio y televisión que pronto inundarán nuestro país.

La cuestión es que el Internet no funciona así y es mucho más que un soporte sobre el cual se puede fijar una u otra publicidad.

Según el sociólogo español Manuel Castells, autor del libro “La Era de la información” –obra de referencia internacional en el tema–, el Internet no es un fin en sí mismo sino una herramienta que es y será cada vez más el medio de comunicación y de relación esencial sobre el que se basa una nueva forma de sociedad que ya vivimos, constituyendo el tejido nervioso de lo que denomina la “Sociedad Red”.

De acuerdo con Castells, la “Sociedad Red” es la nueva estructura social de la era de la Información, basada en redes que permiten ampliar las posibilidades de participación y se contraponen a otras estructuras más tradicionales basadas en esquemas lineales y con un mayor grado de jerarquización –como los partidos políticos o el gobierno tradicional.

El Internet y otras tecnologías de la información y la comunicación facilitan considerablemente las conexiones entre los miembros de la red y han abierto una nueva forma de trabajar y de relacionarse, una nueva economía y una sociedad que se salta fronteras y jerarquías en su afán de transmisión de la información. Personas ubicadas a miles de kilómetros de otras con las que tienen intereses comunes, se comunican en tiempo real todos los días y a cada momento.

De la misma manera, los usuarios de la red se relacionan entre sí como “uno más” y con un movimiento de mano pueden aceptar o rechazar determinado tema o dialogar con determinada persona.

Como era de esperarse, estos cambios también implican e implicarán cada vez más una transformación en la manera en la que nos organizamos para participar social y políticamente. Con un simple click es posible organizar o participar en una manifestación simultánea en contra de las FARC o de la inseguridad en México. En sólo 5 minutos es posible enterarse de la “vida y obra” de cualquier candidato o encontrar las contradicciones de un programa político completo, lo que modifica el concepto de “rendición de cuentas” tradicional.

Por todo lo anterior, la visión “publicitaria” de Internet se antoja pobre e ineficaz. Lejos de rastrear votos, los partidos políticos deberían buscar en el Internet muchas de las claves necesarias para entender el lenguaje de una sociedad en plena transformación, más democrática y plural, menos jerárquica y sumisa.
De otra manera perderían una gran oportunidad, no sólo de encontrar los votos que con tanto afán buscan, sino de alinear su discurso, programas y acciones con las claves de una ciudadanía a la que poco entienden y cada vez menos representan.

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Define PRI candidaturas federales en Hidalgo


El Comité Directivo Estatal del Partido Revolucionario Institucional (PRI) aprobó anoche la lista de los siete candidatos a diputados federales de cara a las elecciones intermedias del próximo 5 de julio.

La lista contempla la salida de tres secretarios de la Administración del Gobernador Miguel Osorio Chong. Los distritos federales quedaron distribuidos entre Omar Fayad Meneses, ex Alcalde de Pachuca, quien fue asignado al distrito I con sede en Huejutla; Héctor Pedraza, presidente de la Fundación Colosio, por el distrito II de Ixmiquilpan; Jorge Rojo, líder estatal del partido tricolor, por el distrito III de Actopan.
Mientras que el Secretario de Desarrollo Social, David Penchyna Grub, va por el distrito IV con sede en Tulancingo; Ramón Ramírez, Secretario de Planeación, por el distrito V con cabecera en Tula; la Presidenta del Tribunal Superior de Justicia estatal, Carolina Viggiano Austria, por el distrito VI en Pachuca; y el Secretario de Educación, Jorge Romero, por el distrito VII de Tepeapulco.

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martes, 20 de enero de 2009

Barack Obama: Discurso de toma de posesión presidencial en Washington


Consulta aquí el video, así como la versión orginal en inglés y en español de las palabras de toma de protesta de Barack Obama como el cuadragésimo cuarto Presidente de los Estados Unidos de América en Washington D.C. este 20 de enero de 2009.


ENLACE A VIDEO

TRADUCCIÓN DEL DISCURSO EN ESPAÑOL:

«Queridos conciudadanos:

He venido hoy aquí con una actitud modesta frente a la labor que tenemos por delante, agradecido por la confianza que habéis depositado en mí y consciente de los sacrificios que hicieron nuestros antepasados. Quiero dar las gracias al presidente Bush por su servicio a nuestra nación, así como por la generosidad y la cooperación de las que ha hecho gala a lo largo de esta transición.

Cuarenta y cuatro estadounidenses han jurado ya la presidencia. Estas palabras se han pronunciado con vientos favorables de prosperidad y mares de paz en calma. No obstante, de vez en cuando este juramento se ha prestado entre nubes de tormenta y tempestades embravecidas. En esos momentos, Estados Unidos ha seguido adelante no sólo por la habilidad o las ideas de los que estaban en la presidencia, sino porque Nosotros, El Pueblo, nos hemos mantenido fieles a los ideales de nuestros ancestros y a nuestros documentos fundacionales.

Así ha sido y así ha de ser con esta generación de estadounidenses.

Ya ha quedado claro que estamos en medio de una crisis. Nuestra nación está en guerra contra una red de violencia y de odio muy extendida. Nuestra economía está muy debilitada, como consecuencia de la avaricia y de la irresponsabilidad de algunos, pero también de nuestro fracaso colectivo por no haber tomado decisiones difíciles ni preparado al país para una nueva era. Hay gente que ha perdido su casa; empleos que han desaparecido; negocios que se han ido a pique. Nuestra atención médica es demasiado cara; nuestros colegios han fallado a demasiados; y cada día hay más pruebas de que las formas que tenemos de utilizar la energía fortalecen a nuestros adversarios y amenazan a nuestro planeta.

Éstos son indicadores de la crisis, sujetos a datos y a estadísticas. Menos mensurable, pero no menos profunda, es la pérdida de confianza que está viviendo nuestro país: un miedo acuciante a que el declive de Estados Unidos sea inevitable y de que la próxima generación tenga que reducir sus expectativas.

Hoy os digo que los retos a los que nos enfrentamos son reales. Son graves y son muchos. No los vamos a poder superar fácilmente ni en un corto periodo de tiempo. Pero quiero que Estados Unidos sepa algo: vamos a superarlos.

En este día nos reunimos porque hemos elegido la esperanza por encima del miedo, la unidad de propósito por encima del conflicto y la discordia.

En este día queremos proclamar el fin de los agravios insignificantes y de las falsas promesas, de las recriminaciones y de los dogmas anticuados, que llevan demasiado tiempo estrangulando nuestra política.

Seguimos siendo una nación joven, pero como dicen las Escrituras, ha llegado la hora de dejar a un lado los infantilismos. Ha llegado la hora de reafirmar nuestro espíritu resistente; de elegir nuestra mejor historia; de impulsar ese preciado don, esa noble idea, que ha ido pasando de generación en generación: la promesa hecha por Dios de que todos somos iguales, de que todos somos libres y de que todos nos merecemos la oportunidad de perseguir al máximo nuestra felicidad.

Al reafirmar la grandeza de nuestra nación, comprendemos que la grandeza nunca es algo regalado. Hay que ganársela. Nuestro viaje nunca se ha caracterizado por los atajos o por el conformarnos con poco. No ha sido un camino para pusilánimes, para los que prefieren el ocio al trabajo o los que buscan sólo los placeres de las riquezas y de la fama. Han sido más bien los que corren riesgos, los emprendedores, los que hacen cosas - algunos alabados por ello, pero la mayoría de las veces hombres y mujeres cuya labor ha pasado desapercibida – lo que nos han guiado por el largo y arduo camino hacia la prosperidad y la libertad.

Por nosotros se echaron al hombro sus pocas posesiones terrenales y surcaron océanos en busca de una nueva vida.

Por nosotros trabajaron en fábricas donde se explotaba a los trabajadores y poblaron Occidente, aguantaron el azote de los látigos y araron la dura tierra.

Por nosotros combatieron y murieron, en lugares como Concord y Gettysburg, Normandía y Khe Sahn.

Una y otra vez, estos hombres y mujeres se esforzaron y se sacrificaron y trabajaron hasta despellejarse las manos para que nosotros pudiéramos tener una vida mejor. Para ellos Estados Unidos era mayor que la suma de nuestras ambiciones individuales; mayor que todas las diferencias de nacimiento o de riqueza o de ideología.

Es un viaje que proseguimos hoy. Seguimos siendo la nación más próspera y poderosa de la Tierra. Nuestros trabajadores no son menos productivos que cuando empezó la crisis. Nuestras mentes no son menos inventivas, nuestras mercancías y nuestros servicios no son menos necesarios que la semana pasada, el mes pasado o el año pasado. Nuestra capacidad sigue intacta. Pero el tiempo de adherirnos firmemente a nuestras creencias, de proteger intereses limitados y de retrasar las decisiones desagradables, ese tiempo ciertamente ha pasado. A partir de hoy, debemos levantarnos, sacudirnos el polvo, y reanudar el trabajo de rehacer Estados Unidos.

Porque miremos adonde miremos, hay trabajo por hacer. La situación de la economía exige acción, audaz y rápida, y actuaremos; no sólo para crear nuevos puestos de trabajo, sino también para establecer nuevas bases para el crecimiento. Construiremos carreteras y puentes, redes eléctricas y líneas digitales, que alimentarán nuestro comercio y nos mantendrán unidos. Devolveremos la ciencia al lugar que le corresponde, y aprovecharemos las maravillas tecnológicas para aumentar la calidad de la atención sanitaria y reducir su coste. Aprovecharemos el sol, los vientos y el suelo para impulsar nuestros coches y poner en funcionamiento nuestras fábricas. Y transformaremos nuestros colegios, institutos y universidades para que cubran las necesidades de una nueva era. Todo esto podemos hacerlo. Y lo haremos.

Ahora bien, hay quienes cuestionan la escala de nuestras ambiciones, que insinúan que nuestro sistema no soportará demasiados planes grandiosos. Tienen poca memoria. Porque han olvidado lo que este país ya ha hecho; lo que los hombres y las mujeres libres pueden conseguir cuando la imaginación se une al propósito común, y la necesidad a la valentía.

Lo que los escépticos no entienden es que el terreno que pisan ha cambiado; que las discusiones políticas trasnochadas que durante tanto tiempo nos han consumido ya no son válidas. La pregunta que nos hacemos hoy no es si nuestro Gobierno es demasiado grande o demasiado pequeño, sino si funciona; si ayuda a las familias a encontrar trabajos con un sueldo decente, atención sanitaria que puedan pagar, una jubilación digna. Allí donde la respuesta sea sí, nuestra intención es avanzar. Cuando la respuesta sea no, los programas cesarán. Y quienes administramos los dólares de los ciudadanos deberemos rendir cuentas – gastar con prudencia, reformar los malos hábitos, y hacer nuestros trabajo a la luz del día – porque sólo entonces podremos restaurar la confianza vital entre los ciudadanos y su Gobierno.

La cuestión tampoco es si el mercado es una fuerza para bien o para mal. Aunque su poder para generar riqueza y aumentar la libertad es incomparable, la presente crisis nos ha recordado que, sin un ojo que lo vigile, el mercado puede descontrolarse, y que una nación no puede prosperar por mucho tiempo amparando únicamente a los favorecidos. El éxito de nuestra economía siempre ha dependido no sólo del tamaño de nuestro Producto Interior Bruto, sino también del alcance de nuestra prosperidad; de nuestra habilidad para ofrecer oportunidades a toda persona dispuesta, no por caridad, sino porque es el camino más seguro para lograr el bien común.

En cuanto a la defensa común, rechazamos por su falsedad el hecho de que tengamos que elegir entre nuestra seguridad y nuestros ideales. Nuestros Padres Fundadores, enfrentados a peligros que a duras penas alcanzamos a imaginar, redactaron una carta para garantizar el imperio de la ley y los derechos del hombre, una carta alargada con la sangre de generaciones. Esos ideales siguen iluminando el mundo y, por nuestro propio bien, no renunciaremos a ellos. Por eso les digo a todos los pueblos y gobiernos que hoy tienen la mirada puesta en nosotros, desde las grandes capitales hasta el pequeño pueblo que vio nacer a mi padre: sabed que Estados Unidos es amigo de toda nación y de todo hombre, mujer y niño que busque un futuro de paz y dignidad, y que estamos dispuestos a tomar la iniciativa una vez más.

Recordad que generaciones anteriores se enfrentaron al fascismo y al comunismo no sólo con misiles y tanques, sino con sólidas alianzas y convicciones imperecederas. Entendieron que nuestro poder no puede protegernos por sí solo, y que tampoco nos autoriza a hacer lo que nos plazca. Por el contrario, sabían que nuestro poder crece cuando se usa de forma prudente; nuestra seguridad emana de la justicia de nuestra causa, la fuerza de nuestro ejemplo, las cualidades moderadoras de la humildad y la moderación.

Somos los guardianes de este legado. Guiados por esos principios una vez más, podemos responder a las nuevas amenazas que exigen incluso un mayor esfuerzo, incluso una mayor cooperación y comprensión entre naciones. Empezaremos a dejar responsablemente Irak a su pueblo, y a forjar una paz duramente ganada en Afganistán. Con viejos amigos y antiguos enemigos, trabajaremos sin descanso para disminuir la amenaza nuclear y hacer que retroceda el fantasma del calentamiento global. No vamos a disculparnos por nuestra forma de vida ni dudaremos en defenderla, y a aquellos que pretenden alcanzar sus objetivos infundiendo terror y masacrando a inocentes les decimos desde ahora que nuestro espíritu es más fuerte y que no puede quebrantarse; que no durarán más que nosotros, y que les derrotaremos.

Porque sabemos que nuestro legado como mosaico de culturas es un punto fuerte, no una debilidad. Somos una nación de cristianos y musulmanes, de judíos e hindúes, y de no creyentes. Estamos moldeados por todas las lenguas y culturas, sacadas de todos los rincones de esta Tierra; y como hemos probado la amarga bazofia de la guerra civil y de la segregación, y hemos emergido de ese tenebroso capítulo más fuertes y unidos, no podemos evitar creer que los viejos odios pasarán algún día; que las líneas tribales pronto se disolverán; que a medida que el mundo se vuelve más pequeño, nuestra humanidad común se dejará ver; y que Estados Unidos debe desempeñar su papel como guía en una nueva era de paz.

Al mundo musulmán le decimos que buscamos un nuevo camino hacia delante basado en el interés y el respeto mutuos. A esos líderes que hay por todo el mundo que pretenden sembrar el conflicto o culpar a Occidente de los males de sus sociedades, sabed que vuestro pueblo os juzgará por lo que podáis construir, no por lo que destruyáis. A aquellos que se aferran al poder mediante la corrupción y el engaño y el silenciamiento de la disensión, sabed que estáis en el lado equivocado de la historia, pero que os echaremos una mano si estáis dispuestos a aflojar el puño.

A la gente de las naciones pobres, nos comprometemos a trabajar con vosotros para hacer que vuestras granjas prosperen y permitir que fluya el agua limpia; para nutrir los cuerpos que se mueren de inanición y alimentar las mentes hambrientas. Y a aquellas naciones como la nuestra que disfrutan de una relativa abundancia, les decimos que no podemos seguir permitiéndonos la indiferencia hacia el sufrimiento fuera de nuestras fronteras; y que tampoco podemos agotar los recursos mundiales sin tener en cuenta el efecto. Porque el mundo ha cambiado, y debemos cambiar con él.

Al contemplar el camino que se abre ante nosotros, recordamos con humilde gratitud a esos valientes estadounidenses que, en este mismo momento, patrullan por desiertos lejanos y montañas distantes. Tienen algo que decirnos hoy, al igual que los héroes caídos que yacen en Arlington susurran a través de los tiempos. Les honramos no sólo porque son los guardianes de nuestra libertad, sino porque personifican el espíritu de servicio, una voluntad de encontrar significado en algo más grande que ellos mismos. Y aun así, en este momento un momento que va a definir una generación es precisamente este espíritu el que debe habitar en todos nosotros.

Porque al final, por encima de todo lo que el Gobierno pueda y deba hacer, están la fe y la determinación del pueblo estadounidense, del que depende este país. Es la amabilidad de acoger a un extraño cuando los diques se rompen, la generosidad de los trabajadores que prefieren recortar su jornada antes que ver a un amigo perder su trabajo, lo que nos ilumina en nuestros momentos más oscuros. Es la valentía de un bombero al precipitarse por una escalera llena de humo, pero también la voluntad de un padre de alimentar a su hijo, lo que finalmente decide nuestro destino.

Puede que nuestros retos sean nuevos. Puede que los instrumentos con los que nos enfrentarnos a ellos sean nuevos. Pero esos valores de los que depende nuestro éxito – el trabajo duro y la honestidad, la valentía y el juego limpio, la tolerancia y la curiosidad, la lealtad y el patriotismo – estas cosas son antiguas. Estas cosas son verdaderas. Han constituido la fuerza silenciosa de nuestro progreso a lo largo de nuestra historia. Por tanto, lo que se requiere es un retorno a estas verdades. Lo que ahora se nos pide es una nueva era de responsabilidad, un reconocimiento por parte de cada estadounidense de que tenemos obligaciones hacia nosotros mismos, nuestro país y el mundo, obligaciones que no aceptamos a regañadientes, sino que asumimos de buena gana, con la seguridad de saber que no hay nada tan satisfactorio para el espíritu, tan determinante de nuestro carácter, como el darlo todo ante una tarea difícil.

Éste es el precio y la promesa de la ciudadanía.

Ésta es la fuente de nuestra confianza, el saber que Dios nos insta a darle forma a un destino incierto.

Éste es el significado de nuestra libertad y de nuestro credo, el motivo por el que hombres y mujeres y niños de todas las razas y todas las creencias pueden unirse en una celebración a lo largo de esta magnífica explanada, y el motivo por el que un hombre cuyo padre tal vez no habría podido trabajar en un restaurante local hace menos de 60 años, puede estar ahora ante ustedes para prestar el más sagrado de los juramentos.

Por tanto, recordemos este día como conmemoración de lo que somos y de lo lejos que hemos llegado. En el año del nacimiento de Estados Unidos, en el más frío de los meses, un pequeño grupo de patriotas se apiñaba en torno a hogueras moribundas a la orilla de un río helado. La capital había sido abandonada. El enemigo avanzaba. La nieve estaba teñida de sangre. En el momento en que el desenlace de nuestra revolución era más incierto, el padre de nuestra nación ordenó que se leyeran estas palabras a la gente:

“Que se le haga saber al mundo futuro... que en lo más crudo del invierno, cuando nada salvo la esperanza y la virtud podía sobrevivir... que la ciudad y el país, en guardia ante un peligro compartido, avanzaron para encontrarse [con él]”.

Estados Unidos. Frente a nuestros peligros compartidos, en este invierno de penurias, recordemos estas palabras intemporales. Con esperanza y virtud, desafiemos una vez más las corrientes heladas y soportemos cualquier tormenta que venga. Que los hijos de nuestros hijos digan que, cuando se nos puso a prueba, nos negamos a permitir que este viaje terminase, que no nos dimos la vuelta ni titubeamos; y con los ojos fijos en el horizonte y la gracia de Dios acompañándonos, fuimos portadores del gran don de la libertad y se lo entregamos sano y salvo a las generaciones futuras».


VERSIÓN ORIGINAL EN INGLES (TEXT OF INAUGURAL SPEECH):

"My fellow citizens: I stand here today humbled by the task before us, grateful for the trust you have bestowed, mindful of the sacrifices borne by our ancestors. I thank President Bush for his service to our nation, as well as the generosity and cooperation he has shown throughout this transition. Forty-four Americans have now taken the presidential oath. The words have been spoken during rising tides of prosperity and the still waters of peace. Yet, every so often the oath is taken amidst gathering clouds and raging storms. At these moments, America has carried on not simply because of the skill or vision of those in high office, but because We the People have remained faithful to the ideals of our forbearers, and true to our founding documents. So it has been. So it must be with this generation of Americans. That we are in the midst of crisis is now well understood. Our nation is at war, against a far-reaching network of violence and hatred. Our economy is badly weakened, a consequence of greed and irresponsibility on the part of some, but also our collective failure to make hard choices and prepare the nation for a new age. Homes have been lost; jobs shed; businesses shuttered. Our health care is too costly; our schools fail too many; and each day brings further evidence that the ways we use energy strengthen our adversaries and threaten our planet.

These are the indicators of crisis, subject to data and statistics. Less measurable but no less profound is a sapping of confidence across our land - a nagging fear that America's decline is inevitable, and that the next generation must lower its sights. Today I say to you that the challenges we face are real. They are serious and they are many. They will not be met easily or in a short span of time. But know this, America - they will be met. On this day, we gather because we have chosen hope over fear, unity of purpose over conflict and discord. On this day, we come to proclaim an end to the petty grievances and false promises, the recriminations and worn out dogmas, that for far too long have strangled our politics. We remain a young nation, but in the words of Scripture, the time has come to set aside childish things.

The time has come to reaffirm our enduring spirit; to choose our better history; to carry forward that precious gift, that noble idea, passed on from generation to generation: the God-given promise that all are equal, all are free, and all deserve a chance to pursue their full measure of happiness. In reaffirming the greatness of our nation, we understand that greatness is never a given. It must be earned. Our journey has never been one of short-cuts or settling for less.

It has not been the path for the faint-hearted - for those who prefer leisure over work, or seek only the pleasures of riches and fame. Rather, it has been the risk-takers, the doers, the makers of things - some celebrated but more often men and women obscure in their labor, who have carried us up the long, rugged path towards prosperity and freedom. For us, they packed up their few worldly possessions and traveled across oceans in search of a new life. For us, they toiled in sweatshops and settled the West; endured the lash of the whip and plowed the hard earth. For us, they fought and died, in places like Concord and Gettysburg; Normandy and Khe Sahn. Time and again these men and women struggled and sacrificed and worked till their hands were raw so that we might live a better life.

They saw America as bigger than the sum of our individual ambitions; greater than all the differences of birth or wealth or faction. That we are in the midst of crisis is now well understood. Our nation is at war, against a far-reaching network of violence and hatred. Our economy is badly weakened, a consequence of greed and irresponsibility on the part of some, but also our collective failure to make hard choices and prepare the nation for a new age. Homes have been lost; jobs shed; businesses shuttered. Our health care is too costly; our schools fail too many; and each day brings further evidence that the ways we use energy strengthen our adversaries and threaten our planet. These are the indicators of crisis, subject to data and statistics.

Less measurable but no less profound is a sapping of confidence across our land - a nagging fear that America's decline is inevitable, and that the next generation must lower its sights. Today I say to you that the challenges we face are real.

They are serious and they are many. They will not be met easily or in a short span of time. But know this, America - they will be met. On this day, we gather because we have chosen hope over fear, unity of purpose over conflict and discord. On this day, we come to proclaim an end to the petty grievances and false promises, the recriminations and worn out dogmas, that for far too long have strangled our politics. We remain a young nation, but in the words of Scripture, the time has come to set aside childish things. The time has come to reaffirm our enduring spirit; to choose our better history; to carry forward that precious gift, that noble idea, passed on from generation to generation: the God-given promise that all are equal, all are free, and all deserve a chance to pursue their full measure of happiness. In reaffirming the greatness of our nation, we understand that greatness is never a given. It must be earned.

Our journey has never been one of short-cuts or settling for less. It has not been the path for the faint-hearted - for those who prefer leisure over work, or seek only the pleasures of riches and fame. Rather, it has been the risk-takers, the doers, the makers of things - some celebrated but more often men and women obscure in their labor, who have carried us up the long, rugged path towards prosperity and freedom. For us, they packed up their few worldly possessions and traveled across oceans in search of a new life. For us, they toiled in sweatshops and settled the West; endured the lash of the whip and plowed the hard earth. For us, they fought and died, in places like Concord and Gettysburg; Normandy and Khe Sahn.

Time and again these men and women struggled and sacrificed and worked till their hands were raw so that we might live a better life. They saw America as bigger than the sum of our individual ambitions; greater than all the differences of birth or wealth or faction. This is the journey we continue today. We remain the most prosperous, powerful nation on Earth. Our workers are no less productive than when this crisis began. Our minds are no less inventive, our goods and services no less needed than they were last week or last month or last year.

Our capacity remains undiminished. But our time of standing pat, of protecting narrow interests and putting off unpleasant decisions - that time has surely passed. Starting today, we must pick ourselves up, dust ourselves off, and begin again the work of remaking America. For everywhere we look, there is work to be done. The state of the economy calls for action, bold and swift, and we will act - not only to create new jobs, but to lay a new foundation for growth. We will build the roads and bridges, the electric grids and digital lines that feed our commerce and bind us together. We will restore science to its rightful place, and wield technology's wonders to raise health care's quality and lower its cost. We will harness the sun and the winds and the soil to fuel our cars and run our factories.

And we will transform our schools and colleges and universities to meet the demands of a new age. All this we can do. And all this we will do. Now, there are some who question the scale of our ambitions - who suggest that our system cannot tolerate too many big plans. Their memories are short. For they have forgotten what this country has already done; what free men and women can achieve when imagination is joined to common purpose, and necessity to courage. What the cynics fail to understand is that the ground has shifted beneath them - that the stale political arguments that have consumed us for so long no longer apply.

The question we ask today is not whether our government is too big or too small, but whether it works - whether it helps families find jobs at a decent wage, care they can afford, a retirement that is dignified. Where the answer is yes, we intend to move forward. Where the answer is no, programs will end. And those of us who manage the public's dollars will be held to account - to spend wisely, reform bad habits, and do our business in the light of day - because only then can we restore the vital trust between a people and their government. Nor is the question before us whether the market is a force for good or ill. Its power to generate wealth and expand freedom is unmatched, but this crisis has reminded us that without a watchful eye, the market can spin out of control - and that a nation cannot prosper long when it favors only the prosperous.

The success of our economy has always depended not just on the size of our Gross Domestic Product, but on the reach of our prosperity; on our ability to extend opportunity to every willing heart - not out of charity, but because it is the surest route to our common good. As for our common defense, we reject as false the choice between our safety and our ideals. Our Founding Fathers, faced with perils we can scarcely imagine, drafted a charter to assure the rule of law and the rights of man, a charter expanded by the blood of generations. Those ideals still light the world, and we will not give them up for expedience's sake. And so to all other peoples and governments who are watching today, from the grandest capitals to the small village where my father was born: know that America is a friend of each nation and every man, woman, and child who seeks a future of peace and dignity, and that we are ready to lead once more. Recall that earlier generations faced down fascism and communism not just with missiles and tanks, but with sturdy alliances and enduring convictions.

They understood that our power alone cannot protect us, nor does it entitle us to do as we please. Instead, they knew that our power grows through its prudent use; our security emanates from the justness of our cause, the force of our example, the tempering qualities of humility and restraint. We are the keepers of this legacy. Guided by these principles once more, we can meet those new threats that demand even greater effort - even greater cooperation and understanding between nations. We will begin to responsibly leave Iraq to its people, and forge a hard-earned peace in Afghanistan.

With old friends and former foes, we will work tirelessly to lessen the nuclear threat, and roll back the specter of a warming planet. We will not apologize for our way of life, nor will we waver in its defense, and for those who seek to advance their aims by inducing terror and slaughtering innocents, we say to you now that our spirit is stronger and cannot be broken; you cannot outlast us, and we will defeat you. For we know that our patchwork heritage is a strength, not a weakness. We are a nation of Christians and Muslims, Jews and Hindus - and non-believers.

We are shaped by every language and culture, drawn from every end of this Earth; and because we have tasted the bitter swill of civil war and segregation, and emerged from that dark chapter stronger and more united, we cannot help but believe that the old hatreds shall someday pass; that the lines of tribe shall soon dissolve; that as the world grows smaller, our common humanity shall reveal itself; and that America must play its role in ushering in a new era of peace. To the Muslim world, we seek a new way forward, based on mutual interest and mutual respect.

To those leaders around the globe who seek to sow conflict, or blame their society's ills on the West - know that your people will judge you on what you can build, not what you destroy. To those who cling to power through corruption and deceit and the silencing of dissent, know that you are on the wrong side of history; but that we will extend a hand if you are willing to unclench your fist. To the people of poor nations, we pledge to work alongside you to make your farms flourish and let clean waters flow; to nourish starved bodies and feed hungry minds. And to those nations like ours that enjoy relative plenty, we say we can no longer afford indifference to suffering outside our borders; nor can we consume the world's resources without regard to effect.

For the world has changed, and we must change with it. As we consider the road that unfolds before us, we remember with humble gratitude those brave Americans who, at this very hour, patrol far-off deserts and distant mountains. They have something to tell us today, just as the fallen heroes who lie in Arlington whisper through the ages. We honor them not only because they are guardians of our liberty, but because they embody the spirit of service; a willingness to find meaning in something greater than themselves. And yet, at this moment - a moment that will define a generation - it is precisely this spirit that must inhabit us all. For as much as government can do and must do, it is ultimately the faith and determination of the American people upon which this nation relies.

It is the kindness to take in a stranger when the levees break, the selflessness of workers who would rather cut their hours than see a friend lose their job which sees us through our darkest hours. It is the firefighter's courage to storm a stairway filled with smoke, but also a parent's willingness to nurture a child, that finally decides our fate. Our challenges may be new. The instruments with which we meet them may be new. But those values upon which our success depends - hard work and honesty, courage and fair play, tolerance and curiosity, loyalty and patriotism - these things are old. These things are true.

They have been the quiet force of progress throughout our history. What is demanded then is a return to these truths. What is required of us now is a new era of responsibility - a recognition, on the part of every American, that we have duties to ourselves, our nation, and the world, duties that we do not grudgingly accept but rather seize gladly, firm in the knowledge that there is nothing so satisfying to the spirit, so defining of our character, than giving our all to a difficult task. This is the price and the promise of citizenship. This is the source of our confidence - the knowledge that God calls on us to shape an uncertain destiny.

This is the meaning of our liberty and our creed - why men and women and children of every race and every faith can join in celebration across this magnificent mall, and why a man whose father less than sixty years ago might not have been served at a local restaurant can now stand before you to take a most sacred oath. So let us mark this day with remembrance, of who we are and how far we have traveled. In the year of America's birth, in the coldest of months, a small band of patriots huddled by dying campfires on the shores of an icy river. The capital was abandoned. The enemy was advancing. The snow was stained with blood. At a moment when the outcome of our revolution was most in doubt, the father of our nation ordered these words be read to the people: "Let it be told to the future world...that in the depth of winter, when nothing but hope and virtue could survive...that the city and the country, alarmed at one common danger, came forth to meet [it]." America. In the face of our common dangers, in this winter of our hardship, let us remember these timeless words. With hope and virtue, let us brave once more the icy currents, and endure what storms may come. Let it be said by our children's children that when we were tested we refused to let this journey end, that we did not turn back nor did we falter; and with eyes fixed on the horizon and God's grace upon us, we carried forth that great gift of freedom and delivered it safely to future generations."
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domingo, 18 de enero de 2009

Gaza y la diplomacia funeraria


Según el reporte del 15 de enero de la Oficina de las Naciones Unidas para la Coordinación de Asuntos humanitarios, desde el inicio de la ofensiva israelí en Gaza, el 39% de los 1,086 palestinos muertos y el 50% de los 4,900 heridos eran mujeres o niños.

Estas cifras, además de contrastar con las igualmente lamentables 8 víctimas mortales del lado israelí, constituyen una tragedia humanitaria en toda regla, que pone en tela de duda la eficacia de la arquitectura institucional que el sistema internacional de la posguerra construyó para evitar que hechos de esa naturaleza se sucedieran.

Por ello, resulta de un humor más que negro, escuchar las alegres declaraciones de la vieja diplomacia en el sentido de que cada vez está más cerca el fin de los combates, como si ello fuera consecuencia de su ardua labor de negociación –no dudo de su empeño, pero sí de su eficacia.

¡Claro que pronto acabarán las hostilidades! Aunque el cese al fuego nada tendrá que ver con el respeto al derecho internacional ni con la eficacia y oportunidad con la que se han aplicado las normas que lo integran.

Las hostilidades en Gaza se acabarán en el corto plazo –probablemente antes de que esta colaboración sea publicada– por motivos muy diferentes. En primer lugar, porque tal como lo declaró su propio ministro de defensa, Israel “está cerca” de cumplir los objetivos que se fijó cuando el 27 de diciembre pasado dio inicio a la operación “plomo fundido”.

En segundo lugar, porque sería difícil pensar que los estrategas israelíes deseen prolongar el conflicto hasta la toma de posesión de Barack Obama el próximo 20 de enero, obligándole a tomar una posición que, en cualquier caso, les resultaría bastante incomoda tanto al cuadragésimo cuarto presidente de EEUU como a ellos mismos.

Porque de no condenar hechos que a todas luces atentan contra el derecho internacional y los derechos humanos, el próximo inquilino de la Casa Blanca comprometería su favorable posición global y mostraría una evidente incoherencia con decisiones de alto impacto político, como el anunciado cierre de la prisión de Guantánamo. Si, por el contrario, se viera en la necesidad de condenarlos, tendría que afrontar consecuencias externas e internas cuya resolución demandaría una parte importante de una agenda y un capital político ya de por sí rebasados por la coyuntura y las expectativas.

En virtud de lo anterior, aunque las acciones bélicas se detuvieran ahora mismo, es preciso que la comunidad internacional reconozca que el marco jurídico que la rige fue violado de manera flagrante; como lo fueron los derechos de cientos de miles de personas que, antes de ser palestinos, son seres humanos y, por el simple hecho de serlo, están protegidos por diversos ordenamientos; como la Carta de la ONU, la Declaración Universal de los Derechos Humanos y los Convenios de Ginebra de 1949.

El sacrificio de inocentes, sean del bando que sean, no puede ni debe quedar impune. Más allá de cualquier consideración jurídica, política e incluso moral, es de vital importancia restaurar lo antes posible el predominio del orden jurídico, pues no hacerlo significaría abrir la puerta a un número mayor de conductas violatorias a lo largo y ancho del planeta. El mensaje que se mandaría a los pequeños y grandes dictadores que por todo el mundo hacen de este tipo de conductas su deporte favorito sería muy negativo.

Los ataques en contra de civiles y personal e instalaciones de la ONU, la Media Luna Roja y diversas organizaciones no gubernamentales –transmitidos en tiempo real por todo el mundo– deben ser investigados y castigados, a no ser que los altos responsables políticos asuman la preocupante posibilidad de que en un futuro esta práctica se vea incrementada.

Es precisamente el derecho y el miedo a una previsible sanción lo que hace la diferencia entre la vida y la muerte para decenas de miles de cooperantes y funcionarios de organismos internacionales destacados en diversos países del globo. Privarlos de esa cobertura sería pedirles que arriesgaran mucho más de lo que sus códigos éticos y de conducta les exigen.

En el mismo sentido, las resoluciones del Consejo de Seguridad –particularmente la 1860 del pasado 8 de enero– y de la Asamblea General de la ONU del 16 de enero, deben ser respetadas y ejecutadas para recuperar la confianza internacional en las Naciones Unidas; la cual ha sido ampliamente mermada por la impotencia del organismo para proteger a la población civil y para defenderse a sí misma de ataques directos contra su personal e instalaciones.

Es cierto que este tipo de acciones nunca han dejado de estar presentes a nivel mundial –tal es el caso de la República Democrática del Congo, Sudán, Myanmar o muchos otros– pero también lo es que la invasión de Gaza es objeto de una cobertura mediática extraordinaria y que tiene lugar en un momento de claras redefiniciones del equilibrio internacional; marcado por expectativas muy favorables en torno a diversos acontecimientos, tales como el relevo presidencial en los Estados Unidos de América y la marcada confianza hacia un nuevo multilateralismo.

Por ello, lo que está sucediendo en Gaza no puede ser la continuación de una era caracterizada por las constantes afrentas contra el derecho internacional, sino el comienzo de otra en la que la voz de aquellos que pugnan por el cumplimiento irrestricto de los derechos humanos sea acompañada por una mayor participación de la creciente sociedad civil global y por la presencia de mecanismos tendientes al cumplimiento efectivo de las disposiciones de índole internacional.

Así las cosas, sería lamentable y peligroso que los diversos actores del sistema internacional no hicieran una autocrítica que se tradujera en decisiones políticas para fortalecer a los diversos organismos internacionales responsables de velar por el cumplimiento de los derechos humanos.

El orden no se restaurará con el alto al fuego, sino con la imputación de responsabilidades del tipo que corresponda a aquellos que actuaron por encima de la ley, pertenezcan a Hamas o al estado de Israel. De otra manera, convertirían al derecho internacional humanitario en una herramienta para contar o enterrar cadáveres y no para evitarlos; y a los mecanismos tradicionales de negociación y conciliación en una diplomacia funeraria.
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martes, 13 de enero de 2009

México en riesgo de Estado fallido por narco: EEUU


México y Paquistán son dos naciones que el Departamento de Defensa de Estados Unidos considera como susceptibles de presentar conflictos súbitos que hagan necesaria la intervención de tropas estadounidenses.

Un informe del Comando Conjunto de las Fuerzas de Estados Unidos (USJFCOM, por su sigla en inglés) plantea que ante un escenario de caos en México, provocado por el narcotráfico y el crimen organizado, Estados Unidos estaría obligado a dar una respuesta a esta situación, dadas las consecuencias para su seguridad interna.

La referencia sobre este escenario se encuentra plasmada en el informe Joint operating environment 2008, confeccionado por el Comando Conjunto de las Fuerzas de ese país.

El informe es realizado para estimular la reflexión y marcar las tendencias sobre el ambiente en el que combatirán las fuerzas armadas dentro de 25 años.

El escenario de que México y Paquistán son naciones que podrían vivir un “colapso rápido”, se encuentra considerado en el capítulo denominado Estados débiles y fallidos, dentro del reporte del USJFCOM.

“Hay una dinámica en la literatura de los Estados débiles y fallidos que ha recibido relativamente poca atención; nos referimos al fenómeno del “colapso rápido”, señala el informe.

Y agrega: “En términos de los peores escenarios para la Fuerza Conjunta, y de hecho para el mundo, dos naciones grandes e importantes son consideradas en relación con un colapso rápido y repentino: Paquistán y México.

“Algunas formas de derrumbe en Paquistán conllevan la posibilidad de una guerra civil y sectaria sostenida, violenta y sangrienta, y un refugio seguro aún más grande para extremistas violentos, y el asunto de qué pasaría con sus armas nucleares”, detalla el documento.

“La posibilidad mexicana podría parecer menos viable, pero el gobierno, sus políticos, su policía y su infraestructura judicial están todos sometidos a una agresión sostenida y presiones de pandillas criminales y cárteles de la droga. La forma que tome ese conflicto interno en los próximos años tendrá un impacto trascendental en la estabilidad del Estado mexicano. Cualquier derrumbe de México a una situación de caos demandaría una respuesta estadounidense, basándose simplemente en las graves implicaciones para la seguridad interior”, advierte.

En diciembre pasado, en entrevista con el diario The Washington Times, el presidente George Bush advirtió de una guerra inminente con los cárteles de la droga, “donde la primera línea de la lucha será México”, y dijo que su sucesor en la Casa Blanca, Barack Obama, necesitará enfrentar “a los cárteles de la droga en nuestro propio vecindario”.


Artículo íntegro publicado en El Universal con el título "EU: México es susceptible de intervención" -13 de enero de 2009- Por: Carlos Benavides.


Link al documento orginal del Comando Conjunto de las Fuerzas Armadas de Estados Unidos, denominado "Joint Operating Enviroment 2008"


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domingo, 11 de enero de 2009

Israel vs Israel


Tal como lo señaló el pasado viernes 9 de enero la Alta Comisionada de la ONU para los Derechos Humanos, Navi Pillay, desde que el 27 de diciembre de 2008 iniciaron las operaciones militares en la Franja de Gaza, el ejercito israelí pudo haber cometido diversos actos violatorios del Derecho Internacional Humanitario, cuyo objetivo es proteger a las personas y bienes que no participan en los conflictos armados.

Si en efecto es así y no ha respetado las normas que está obligado a cumplir y defender como estado miembro de la ONU y como alta parte contratante de los Convenios de Ginebra de 1949, además de someterse a las consecuencias jurídicas debidas, el estado de Israel estaría atentando en contra del conjunto de normas internacionales que le protegen a sí mismo y a sus ciudadanos; que a su vez están intrínsecamente ligadas a su existencia como estado y que cuentan con un apoyo mayoritario de una sociedad civil global cada vez más celosa de su cumplimiento.

Según han informado los medios de comunicación internacionales, las Naciones Unidas, la Organización Mundial de la Salud, Médicos sin Fronteras y otras ONG´s presentes en la zona; en sólo trece días Israel ha bombardeado instalaciones y equipos de la ONU correctamente identificadas –una escuela-albergue y un convoy humanitario–, y ha atacado una casa con civiles palestinos que se habían refugiado en ese sitio por ordenes del propio ejercito israelí.

Lo anterior –que es sólo una pequeña muestra de lo sucedido– explica el por qué, según los servicios médicos palestinos, de los 800 muertos registrados al 9 de enero 230 son niños y 92 son mujeres, situación que se ha visto agravada por la supuesta falta de apoyo israelí para la prestación de los servicios médicos mínimos a la población por parte de los organismos humanitarios.

Ahora bien, ¿Por qué es posible argumentar que en caso de estar cometiendo crímenes de guerra Israel atentaría claramente en contra de sí mismo?

En primer lugar, porque transgrediría el derecho internacional humanitario, cuya creación derivó en gran medida del acuerdo de la comunidad internacional para evitar que se repitieran los actos de barbarie de la Alemania nazi en contra del pueblo judío.

De la misma manera que el Holocausto fue considerado en la propia Declaración de Independencia de Israel del 14 de mayo de 1948 como un hecho fundante que demostró la necesidad de un estado judío independiente, también fue uno de los principales motivos por los que se firmaron –sólo quince meses después– los Convenios de Ginebra del 12 de agosto de 1949, pilares del derecho internacional humanitario moderno.

Así las cosas, a pesar de no ser su única fuente, el Holocausto constituye el hecho histórico común que impulsó la existencia del estado de Israel y de los Convenios de Ginebra, lo que hace que la violación de estos últimos por parte de aquel se convierta en una contradicción que atenta contra los cimientos sobre los cuales se construyó el nuevo estado hace sesenta años.

En segundo lugar, porque cada bala que el ejercito israelí dispara en contra de la población civil palestina no combatiente atenta en contra de las normas internacionales que protegen a sus propios ciudadanos, a quienes en el mundo profesan el judaísmo y, en general, a todos los seres humanos que en algún momento dado se puedan encontrar atrapados en medio de un conflicto armado.

Si bien es cierto que resultan incuestionables el derecho y la obligación que tiene Israel de defender a sus ciudadanos, a sus bienes y a su soberanía, también lo es que resulta utópico pensar que las capacidades estatales de las que dispone podrán lograrlo con éxito en cualquier momento y en cualquier lugar.

Ni siquiera el más osado de los estrategas militares podría desmentir lo anterior ni descartar el escenario hoy remoto de que en algún momento Israel viera disminuida la ventaja militar, económica y geopolítica que hoy le permite situarse en una condición de franca superioridad frente a aquellos contra los cuales dirige sus ataques.

¿Qué pasaría si en diez, veinte o cincuenta años esta circunstancia se modificara, brindando a cualquiera de sus enemigos la posibilidad de atacarlo sin temor a ser devastado? ¿Es posible que Israel o cualquier otro país garanticen la seguridad de su población y su propia existencia como estado a través de las armas y no del derecho?

Precisamente frente a esta incapacidad práctica, los estados que integran el sistema internacional se han dotado a sí mismos de un orden jurídico dentro del cual se inserta con especial énfasis, por los derechos que tutela, el derecho internacional humanitario que, como ya se mencionó, tiene un origen común con la formación del moderno estado de Israel.

Sin ser ingenuos: respetar de manera consistente las normas y los mandatos de derecho internacional que de las mismas derivan no le garantiza a ningún país –menos aún a Israel– que no será objeto de una violación en contra suya o de sus ciudadanos, pero sí le proporciona una mayor legitimidad frente a la comunidad internacional para solicitar medidas defensivas legítimas.

En tercero y último lugar, el incumplimiento de parte de Israel de los Convenios de Ginebra y otros ordenamientos internacionales trascendería sus efectos jurídicos, trasladándose al ámbito relativamente nuevo de la naciente y creciente sociedad civil globalizada –organizada o no– cuya influencia política a nivel nacional condiciona cada vez más las decisiones de los actores políticos locales con trascendencia internacional.

Israel debe tomar en cuenta las voces –y votos– que por todo el mundo exigen a sus representantes respeto a las normas de derecho internacional humanitario y a los derechos humanos en general. Frente al nuevo rostro de la sociedad civil, cada vez más movilizada, sensibilizada y conciente del riesgo que representa para la supervivencia propia tolerar este tipo de acciones, resulta muy difícil sostener que para garantizar la seguridad de la población israelí es indispensable masacrar a civiles, incluso si se trata de las 4 esposas y los 11 hijos de Nizar Rayan, un objetivo militar válido.

Por ello, el argumento que sitúa a aquellos que critican su proceder como sus enemigos o, al menos, como sus no amigos, es a todas luces falaz. A partir de un enfoque de derechos humanos se puede estar a favor de la existencia del estado de Israel –y palestino–, en contra de la ideología fundamentalista que conduce los actos de Hamas y, a la vez, oponerse con firmeza a las violaciones del marco jurídico internacional que el ejército israelí presumiblemente ha llevado a cabo en los últimos días.

Cerrar indefinidamente los ojos a las reacciones de la comunidad global y del propio Consejo de Seguridad de la ONU –que, con la abstención de Estados Unidos, emitió una resolución exigiendo el alto al fuego– sería un error estratégico fundamental para una causa que se nutre de manera importante del apoyo internacional.

Así las cosas, por congruencia histórica, estrategia política y seguridad nacional Israel debe, en el corto plazo, investigar y detener las acciones que pudiesen constituir crímenes de guerra. En el mediano y largo plazos, se aprecia necesario un cambio de rumbo en su política internacional, más acorde con la nueva realidad global.

Apenas en diciembre pasado, en el marco del Master en Cooperación Internacional de la Fundación Ortega y Gasset, tuve la oportunidad de cursar el módulo de Derechos Humanos impartido por el Dr. Víctor de Currea-Lugo, reconocido especialista en la materia. Desafortunadamente, pasaron muy pocos días antes de que el conflicto en la franja de Gaza me permitiera intentar aplicar el enfoque de derechos humanos que el también asesor de asuntos humanitarios de Médicos sin Fronteras en Holanda defiende con pasión y con una sólida batería de conceptos jurídicos, filosóficos y éticos, que apuntala a partir de una basta experiencia de campo en la propia Palestina y en diversos países de América y África.

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Multitudinaria manifestación en Madrid por la paz en Gaza



La manifestación contra la masacre israelí en Gaza recorre el centro de Madrid.- La organización cifra en 250.000 los asistentes

El centro de Madrid ha sido hoy escenario de la manifestación contra el ataque de Israel sobre la franja de Gaza. Convocada por partidos políticos como PSOE e Izquierda Unida, y por los sindicatos UGT y CC OO; la marcha ha arrancado a las 12.00 para llegar, casi dos horas después, a la Puerta del Sol, donde la periodista Rosa María Mateo ha leído el comunicado final.

La cabecera oficial, con el lema Paremos el genocidio palestino, se situaba al inicio de la manifestación a la altura del Círculo de Bellas Artes, en la calle de Alcalá de Madrid. Políticos, actores y escritores portaban la pancarta. "Estamos aquí por la paz en Palestina, por el fin de la violencia", aseguraba la actriz Carmen Machi, conocida por su papel de Aída en la serie del mismo nombre.

Pilar Bardem pedía directamente "al Gobierno español, que haga algo por Palestina. Una franja como la de Gaza es prácticamente un campo de concentración. Están muriendo niños e inocentes cada día. Tenemos que pedir que paren esto ya". "Ese conflicto tiene que acabar. Mientras no acabe, ya sabemos quiénes son los que pierden. Cuanta más gente y más ciudadanos estemos concienciados por la paz será mejor. Hay que ir por el diálogo antes que nada. Es algo tan simple como concreto", decía la actriz y cantante Ana Belén.

Unos metros más allá, también en la cabecera de la protesta, Pedro Zerolo, Secretario de Movimientos Sociales y Relaciones con las ONG del PSOE, declaraba que su formación "le pide al Gobierno que siga igual, actuando bajo la dirección marcada por el presidente del Gobierno, que ha sido el mandatario europeo que más contundente se ha mostrado con el ataque de Israel".

Zerolo aseguraba que el PSOE estaba en la manifestación "para acabar de una vez con el genocidio al que se está sometiendo a los palestinos". Mientras, Cayo Lara, recientemente elegido secretario general de Izquierda Unida, ha pedido al Gobierno "que retire al embajador israelí en España y que el Gobierno promueva ante la UE la ruptura del acuerdo de preferencia que tiene el estado [israelí] con la Unión".

Doble cabecera

Unos metros más adelante, otra cabecera, ésta no oficial, con lemas anticapitalistas, ha intentado impedir el avance de la cabecera oficial. Desde este sector de manifestantes se escuchaban gritos de "dónde está Moratinos cuando matan palestinos"; "es resistencia, no terrorismo"; "Estado sionista, estado terrorista". Los convocantes han logrado continuar con la marcha oficial, con las dos cabeceras separadas por sólo unos metros, gracias al cordón organizado por los sindicatos, que ha obligado a avanzar a los antisistema.

Tras cerca de dos horas de manifestación para recorrer aproximadamente un kilómetro, el torrente de gente -250.000 personas, según la organización- ha llegado a la Puerta del Sol. En una esquina, una furgoneta de la ONG Paz Ahora, vendía por 12 euros la famosa camiseta que Kanouté, el jugador del Sevilla FC, enseñó el pasado miércoles tras marcar un gol en un partido de Copa del Rey. "No, te la tienes que poner así, Kanouté se la ponía así", discutían en árabe dos jóvenes, ataviados ya con el pañuelo palestino.

Aplausos a Chávez

Entre los emblemas gritados en árabe por la comunidad de palestinos han triunfado los gritos contra los gobiernos árabes. "Mubarak, burro, has vendido Gaza por unos dólares", le dedicaban, por ejemplo, al presidente egipcio. Hugo Chávez, el presidente venezolano, era aplaudido por haber expulsado al embajador israelí de Caracas. Los manifestantes prometían dar "la vida, la sangre por Gaza". Varios muñecos artesanales, ensangrentados, simulaban a las víctimas infantiles palestinas. Tampoco han faltado los panfletos y pancartas en las que se llamaba al boicot de los productos israelíes.

"Criticamos la pasividad de la que han hecho gala hasta el momento las instituciones políticas internacionales que han permitido la continuidad de la ocupación", aseguraba la periodista Rosa María Mateo, encaramada al escenario, situado al pie de la Puerta del Sol. "¡Palestina vencerá!", concluía. Como testigo, casi como un manifestante más, la estatua de Carlos III, que hoy blandía una bandera de Palestina, y una pancarta: Paz.

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4.000 manifestantes en Sevilla

Alrededor de 4.000 personas, según la Policía Local, se han manifestado este domingo en Sevilla para exigir al Gobierno español, el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas y a la Unión Europea que intervengan "urgentemente" y obliguen a Israel a "parar el genocidio" en la franja de Gaza. La marcha, convocada por la plataforma "Andalucía con Palestina", formada por varias organizaciones sociales y políticas, ha discurrido por el centro de la capital -desde la Plaza de la Encarnación hasta la Plaza Nueva- y ha finalizado con la lectura de un manifiesto que exigía el inicio de un proceso judicial internacional contra el Gobierno israelí por crímenes contra la humanidad.

Ayer sábado, Málaga, Valencia, Palma de Mallorca y Barcelona vivieron sendas marchas contra la invasión de Gaza. La más importante fue la de Barcelona. Participaron unas 30.000 personas, según la Guardia Urbana, 100.000 según la organización, 50.000 según cálculos de EL PAÍS.

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Zapatero pide a Israel alto el fuego inmediato e insta a Rajoy a decir "algo"

El presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, ha exigido hoy a Israel un alto el fuego inmediato de su ofensiva en la franja de Gaza y ha emplazado al líder del PP, Mariano Rajoy, a decir "algo" sobre la situación de Palestina. Así se ha pronunciado Zapatero durante un mitin en Ourense en el arranque de la campaña electoral gallega, con la presencia del candidato del PSdeG-PSOE, Emilio Pérez Touriño, en el que ha criticado al PP y a Rajoy por carecer, a su juicio, de compromisos y posturas ante los grandes temas internacionales, como la situación en Gaza.

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Artículo íntegro publicado en El País.com con el título "Carlos III se hace palestino" -11 de enero de 2009- por Rosa Jímenez y Mokhtar Atitar.

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