domingo, 4 de noviembre de 2007

La llegada

Después de meses de preparativos, finalmente llegamos a Madrid. Poco más de diez horas en el avión más moderno con que cuenta nuestra flota aérea, el Boeing 777 de Aeroméxico, son las que separan a la capital mexicana de la española.

El anteriormente viejo y obsoleto Aeropuerto de Barajas, hoy modernizado y con tres nuevas terminales y pistas suficientes para el aterrizaje y despegue simultaneo de hasta tres aeronaves, irremediablemente trae a la mente el recuerdo de los seis años perdidos por la terrible decisión que en 2001 impidió la construcción del aeropuerto alterno al de la Ciudad de México en el Valle de Tizayuca y la gran oportunidad que representa para Hidalgo y para el país la reciente rectificación que al respecto realizó el gobierno federal al permitir la edificación de un aeropuerto de carga en dicha zona de nuestro estado.

Tengo la fortuna de estar acompañado de mi esposa Ana Lilia y de mis dos pequeñas hijas, Ana María y María José, quienes a pesar de que sus cuatro y dos años de edad, respectivamente, tienen conciencia de que se avecina un cambio radical en sus vidas.

Bajo el brazo llevamos el recuerdo del gran apoyo recibido de amigos y familiares, quienes no escatimaron en calurosas despedidas y en diversas muestras de afecto, que hoy, a la distancia, son el mayor tesoro con el que podemos contar.

En términos generales, nos hemos planteado tres objetivos fundamentales para el viaje, que inicialmente está programado para durar alrededor de un año.

En primera instancia el “académico”, que básicamente consiste en sacar el mayor rendimiento posible a los estudios de postgrado en Gobernabilidad y Gestión Pública que realizaré en el Instituto Universitario Ortega y Gasset de Madrid.

Considero importante mencionar que este objetivo antes que personal es familiar. Tanto hijas como esposa han aportado algo para que quien escribe estas líneas tenga la oportunidad de acudir día con día a las aulas y cumplir con ello una añeja aspiración.

Que quede claro: no considero que se trate de una empresa extraordinaria. Es, desde mi punto de vista, sólo uno de los muchos y, afortunadamente, mayoritarios casos de solidaridad familiar y trabajo en equipo que mueven a nuestro país.

Es así como la gran mayoría de personas comunes logramos salir adelante: con esfuerzo propio, por un lado; generosidad y apoyo de quienes nos rodean, por el otro.

Lo que esperamos vivir los siguientes doce meses, no podría siquiera compararse, por ejemplo, con el inmenso sacrificio que todos los días hacen miles de familias mexicanas para que sus hijos asistan a la escuela. Menos aún con el valor que demuestran nuestros paisanos al emigrar a los Estados Unidos para ofrecer a los suyos la posibilidad de una vida mejor.

Como segundo objetivo se encuentra lo que llamamos “la vivencia”. Aspiramos a que ésta sea el resultado de mantener los ojos bien abiertos y una actitud siempre receptiva frente a un entorno nuevo.

Deseamos que la combinación de ambos nos permitan aprovechar al máximo las diferentes lecciones –tanto personales y familiares, como profesionales y académicas; que esperamos obtener de la experiencia de vivir un año lejos de lo que nos define y más queremos, en un país con muchas similitudes y al mismo tiempo con múltiples diferencias en relación con el nuestro, así como sortear con éxito los retos, oportunidades y riesgos que todo cambio por sí mismo conlleva.

En tercer término, cumplir puntualmente el compromiso gustosamente adquirido con “El Sol de Hidalgo” de relatar la experiencia que viviremos en Madrid, lo que sin lugar a dudas es un gran honor y representa una oportunidad invaluable de renovar periódicamente el vínculo con la tierra donde se encuentra “lo nuestro”.

Como ya lo dije, la historia que relataré es sólo una más de las muchas que suceden cotidianamente. Todos las tenemos, pero no siempre podemos contarlas. A partir de la siguiente entrega, compartiré la que, junto a mi familia, se construirá a lo largo del siguiente año.

Por último, es importante mencionar que intentaré hacerlo desde una visión que parte de un profundo respeto tanto a los lectores y al medio de comunicación que gentilmente me abren las puertas, aquellos de sus casas y éste de sus páginas; como a quienes a través del esfuerzo de muchos años pueden llamarse a sí mismos y sin cortapisas: periodistas.

Este último en definitiva no es mi caso. Por ello, por el agradecimiento debido a “El Sol de Hidalgo” y por el profundo respeto al oficio del periodismo, me considerare simplemente un afortunado colaborador, de ninguna manera un periodista, ni siquiera un aspirante a serlo.

Dicho esto, me despido de Usted apreciable lector y con mucho gusto le digo: Hasta la próxima.

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