lunes, 9 de junio de 2008

Campañas que salvan vidas


La comunicación política está muy desprestigiada últimamente.

Quizá porque no hay campaña electoral en la que no se le compare con el mismo Lucifer, o porque el innegable abuso del que ha sido objeto ha generado un natural rechazo social.

Acusar al adversario político en turno de ser fruto del marketing está de moda, vende bien.

El término mercadotecnia y todos los que se le relacionan han pasado a ocupar un lugar privilegiado en el listado de frases y palabras con una connotación negativa automática en el discurso político actual – nunca superará a la palabra “privatizar”, claro está.

Se ha generado una falsa relación entre la utilización de la mercadotecnia política y la falta de ideas y proyectos de fondo de aquel que la aplica.

Como si los que no recurren a ella o lo hacen con mal tino fuesen automáticamente visionarios hombres de Estado, y quienes sí lo hacen marionetas vacías de ideas.

La realidad es que la comunicación política cumple una función esencial en el marco de una sociedad democrática, pues no sólo comprende el ámbito electoral – quizá el más denostado – sino el de la comunicación gubernamental, entre otros.

La utilización de una adecuada estrategia en esta materia debe ser, más que una cualidad adicional o deseable, una obligación institucional; una parte vital del sistema de rendición de cuentas y un mecanismo para que la ciudadanía haga propio el proyecto o proyectos que la administración en turno lleve a cabo.

El mejor camino para desincentivar lo que se conoce como “desafección política” es precisamente una adecuada comunicación entre el gobierno y los ciudadanos a los que sirve.

La falta de una comunicación fluida con la sociedad tiene efectos negativos en la participación política, tanto convencional como no convencional.

La primera se observa en una baja participación en la urnas. La segunda, en la dificultad social para, por ejemplo, organizarse para impulsar, opinar o rechazar una acción de gobierno en particular.

Así las cosas, la comunicación política es mucho más que “propaganda” a favor de uno u otro partido o grupo en el poder.

Es difícil explicar una acción cuando uno mismo no la entiende o es el único que lo hace. Más complicado aún es justificar una serie de acciones, el proyecto, si éste no existe o no está claro.

Quizá por eso muchos gobiernos rehúyan a utilizar la comunicación política para marcar cuál es la orientación que se le intenta dar al barco cuya obligación es conducir.

Existen casos concretos que nos permiten observar con claridad los efectos positivos de la comunicación gubernamental, cuando ésta se orienta a dar buenos resultados y no a justificar la falta de ellos.

Ejemplo de lo anterior, muy sonado actualmente en toda España, son las estrategias de comunicación de la Dirección General de Tráfico, dependiente del Ministerio del Interior – comparable en México con la Secretaría de Gobernación federal.

Desde hace varios años esta dirección ha emprendido acciones específicas tendientes a reducir el número de accidentes de tráfico y los efectos de éstos en las propiedades y en la vida y salud de las personas.

Hoy mueren en España prácticamente la mitad de las personas que morían hace quince años.

En 1992 perdieron la vida en accidentes de tráfico 5,035 personas; en el año 2000, lo hicieron 4,295; el año pasado murieron 2,742 personas en accidentes de este tipo.

Muchos son los factores que explican el éxito en el trabajo de una dirección a la que antes nadie quería llegar y en cambio hoy es ampliamente reconocida por la mayoría de los españoles.

Sin lugar a dudas, uno de eso factores es la impresionante estrategia de comunicación que de manera continuada lleva a cabo.

Sus campañas gustan a muchos por su originalidad y alto impacto. Otros las rechazan por considerarlas demasiado “realistas”.

Para muestra el comercial de televisión en el que, acompañado de crudas imágenes, una persona dice: “Había tráfico pero esa moto no la vi. Juro que miré pero no la vi. Ahora en cambio la veo a todas horas. Veo ese cuerpo… no se movía… ¿Por qué no miré otra vez? Él estaría vivo… Aunque en mi caso no es grave, porque esto es sólo un anuncio y yo un actor”.

Como si la realidad de la perdida de vidas no justificara la aplicación de ingenio, creatividad y metodología para evitarla o disminuirla.

El caso es que cada año disminuye el número de muertos por accidentes de tráfico y, como los números no mienten, se han acallado las voces que clamaban por el regreso de los mensajes acartonados y tradicionales, que nadie veía y menos aún escuchaba.
Muchos no toleran el spot de radio que es parte de la campaña para conducir sin alcohol y no deja espacio para dudas: “Beber y coger el coche. Te acaban pillando tío. Y te van a quitar seis puntos, 600 euros, el carné; te pueden hasta meter en la cárcel. Te vas a matar ¿te enteras? O peor aun, vas a matar a tus colegas, a tu novia o a los hijos que aun no has tenido ¿Y después qué? ¿Vas a poder seguir viviendo como si nada?”

Porque es más fácil destruir y criticar que proponer y reconocer cuando las cosas están bien hechas o al menos cumplen su cometido.

Los spots y demás elementos de las campañas mencionadas están disponibles en el portal de internet de la Dirección General de Tráfico de España
http://www.clicknaranja.com/nopodemosconducirporti.

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