viernes, 20 de junio de 2008

Felipe Calderón en España: el México que otros ven


Felipe Calderón llegó a España con bombo y platillo.

Su visita de Estado no paso desapercibida, ni para la prensa internacional ni para los españoles en general.

A su alrededor se organizaron eventos de diversa índole.

No faltaron ni los ejecutivos encuentros de negocios ni los rimbombantes actos protocolarios con la monarquía y clase política española.

Pero no sólo fueron banderitas de México en el Paseo de la Castellana – la fuente de las Cibeles lucía muy bien de tricolor – o aviones de combate que escoltaron a nuestro primer mandatario desde que el avión “Presidente Juárez” ingresó al espacio aéreo español.

Los honores y atenciones que se le dieron al presidente de la república, en su calidad de jefe del Estado mexicano, dejaron claras varias cosas.

En primer lugar, que la relación entre los pueblos español y mexicano es cercana, sana y muy prometedora.

Precisamente en marzo pasado se cumplieron treinta años del reestablecimiento de las relaciones diplomáticas entre dos gobiernos cuyos habitantes jamás las habían roto.

Existe una innegable empatía, que afloró durante la visita de Felipe Calderón Hinojosa al Congreso de los Diputados español.

Cuando el presidente de dicho órgano legislativo, el socialista José Bono, recordó la recepción que en los años cuarenta México dio a cerca de 30 mil españoles que encontraron en nuestro país el refugio que requerían “por defender la libertad”; los diputados españoles respondieron con un pocas veces visto aplauso unánime, reconociendo ese gesto singular e histórico, muestra de la nobleza de nuestra nación.
En segundo lugar, que ambos países han dejado de ser meros socios comerciales, para convertirse en “aliados naturales”, tal como lo señaló el propio presidente de la república.

En un escenario de crisis internacional, las dos naciones tienen frente a sí el gran reto de crecer hacía espacios que hasta ahora no les eran naturales o se observaban lejanos.

Ni duda cabe que México es la puerta de entrada de España a América, ni que el país ibérico será el puente que nuestro país utilizará para ampliar su presencia en Europa.
Calderón dejó muy claro que su gobierno ha comprendido que la única forma de reducir nuestra altísima dependencia de la economía estadounidense es ampliar nuestros mercados, y que la Unión Europea, con acuerdo de libre comercio incluido, es en el corto y mediano plazo el lugar hacia el cual lo podemos hacer en mejores condiciones.

Lo mismo sucede con España. Le interesan tanto Iberoamérica como los Estados Unidos y Canadá.

México cuenta con una situación geográfica privilegiada y con acuerdos de libre comercio con América del sur y del norte, que lo convierten en campo fértil para invertir y producir con miras a acceder a dichos mercados.

Dudo mucho que exista otro país en Latinoamérica en donde las inversiones españolas puedan encontrar una mejor recepción. El espectáculo dado por Hugo Chávez en el marco del “por que no te callas” del Rey Juan Carlos es muestra clara de ello.

Casi 30 mil millones de euros han invertido sus empresarios en los últimos siete años, lo que convierte a España en el segundo inversor en tierras mexicanas, únicamente superado por los Estados Unidos de América.

La tercera y más importante situación que quedó clara fue que, contra lo que muchos piensan y algunos quieren hacer pensar, México es visto desde el exterior como una nación con un futuro prometedor, con un liderazgo indiscutible a nivel americano y con todo el potencial para ser jugador de “grandes ligas” en el concierto internacional.
La mayoría de los organismos internacionales privados y públicos ubican a México en la primera línea de los países en las siguientes décadas.

Los españoles lo saben, lo que quedó muy claro durante la reunión con los presidentes del Consejo Superior de Cámaras de Comercio, Industria y Navegación, Javier Gómez-Navarro; y de la Confederación Española de Organizaciones Empresariales, Gerardo Díaz-Ferrán.

Como lo he señalado en anteriores colaboraciones, tanto la población como la economía mexicanas están llamadas a colocarse muy por encima de las de muchas naciones que hoy juzgamos inalcanzables.

No por nada el presidente de la república acudió a la inauguración de la exposición universal de Zaragoza, en donde tocó a México el honor de iniciar con las actividades que durarán cerca de tres meses.

En contraparte, el tema de la seguridad pública y las reformas estructurales sin realizar, junto con la enorme desigualdad social existente, se observan como los grandes pendientes de nuestro país.

El seguimiento que a ambos temas les dan los medios de comunicación españoles y europeos es amplio y constante.

Afortunadamente, son muchos más los pros que los contras y estos últimos se enfocan más como oportunidades que como debilidades.

Esta percepción tan favorable de nuestro país debe ser, además de motivo de enorme orgullo y satisfacción, una justificación para poner manos a la obra y definir de una vez por todas el camino que habremos de tomar para enfrentar los inmensos retos que tenemos como nación.

Ubicarnos mañana ahí donde los de afuera nos sitúan hoy, requiere del consenso social suficiente para definir un rumbo conjunto y claro, que nos permita a los mexicanos saber y decidir hacía donde se dirige el barco del que todos somos parte esencial y cuál deberá ser la aportación que en lo individual y en lo colectivo habremos de realizar.

No hay comentarios:

Publicar un comentario