domingo, 13 de julio de 2008

La memoria histórica en Ponferrada


Ponferrada es un nombre muy familiar para los pachuqueños.

Desde 1998, siendo presidente municipal el Lic. Juan Manuel Sepúlveda Fayad, Pachuca y la capital de la comarca del Bierzo, ubicada en la Comunidad Autónoma española de Castilla y León, son ciudades hermanas.

Diversas han sido las actividades que a lo largo de los casi diez años se han realizado en el marco de este hermanamiento.

La pachuqueña escuela primaria “Ciudad de Ponferrada”, financiada en gran medida por el municipio berciano, es muestra tangible de ello.

He tenido la oportunidad de constatar personalmente la enorme empatía existente entre pachuqueños y ponferradinos. La calidez, amabilidad y nobleza de estos últimos es a toda prueba.

Es por ello que atrajo particularmente mi atención la información que circuló en días pasados en España y toda Europa en relación con el dramático hallazgo que se llevó a cabo precisamente en Ponferrada.

La Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica (ARMH), informó que a las afueras del barrio de Flores del Sil, perteneciente a nuestro municipio hermano, encontró los restos de una mujer de veintidós años en avanzado estado de gestación y de su hijo de tres años.

Ambos fueron asesinados en agosto de 1936, durante la guerra civil española, por un grupo perteneciente al bando franquista.

Los falangistas –autodenominación de los seguidores de Franco– habían cometido el triple homicidio para vengarse de Isaac Cabo Pérez, un sindicalista que se encontraba prófugo temiendo represalias por las ideas políticas de izquierda que él y buena parte de su familia compartían.

Los cuerpos inermes de su esposa Jerónima Blanco Oviedo y de su hijo Fernando Cabo Blanco estuvieron junto a la carretera durante varios días, lo que motivó que muchas personas que en aquellas fechas huían hacia Galicia recordaran la cruel escena.

Al cabo de tres o cuatro días fueron enterrados detrás de su casa, en donde fueron hallados los cuerpos junto con una joya en forma de crucifijo, los restos de los zapatos de ambos y un trozo del “chupón” del pequeño Fernando.

Semanas después, Isaac Cabo se entero de que los franquistas también habían asesinado a su padre, Demetrio, a su madre, Visitación; a sus hermanos, Demetrio y Victorino, y a su cuñado Salvador.

Isaac continuó combatiendo en el bando republicano, hasta que finalmente fue capturado durante la caída de la ciudad de Santander. Años después fue liberado, para ser detenido al poco tiempo.

Una vez recuperó su libertad, con la fotografía de su esposa e hijo perdidos bajo el brazo, decidió abandonar Ponferrada para irse a vivir a Pedrún del Torio, también en la Provincia de León, en donde pudo iniciar una nueva vida.

Más de sesenta años después, José Cabo de la Riva, hijo del segundo matrimonio de Isaac, localizado mediante una larga investigación, decidió donar a la Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica los recuerdos que conservaba de la primera familia de su padre, a la cual nunca conoció.

Relatos como éste se repiten por toda España.

Jerónima y su hijo Fernando no fueron las únicas víctimas inocentes de una guerra civil cuyas heridas, aunque cada vez en menor medida, siguen frescas en este país.
Cientos de miles de personas, principalmente civiles, murieron en el conflicto.
Tanto franquistas como republicanos perdieron y cegaron vidas injustamente.

El 31 de octubre de 2007, el partido del presidente José Luis Rodríguez Zapatero impulsó y aprobó la polémica Ley de Memoria Histórica.

Apoyada por muchos ciudadanos, también ha sido reprobada por un amplio sector de la población.

El líder del opositor Partido Popular y ex candidato a la presidencia de gobierno, Mariano Rajoy, es uno de sus más fervientes críticos.

Al respecto dice que tiene un evidente sesgo político a favor del bando republicano y que “sólo traerá líos, problemas y divisiones”.

Y es que uno de los pilares fundamentales sobre los cuales se construyó la España democrática que siguió a la muerte de Francisco Franco en 1975, fue la reconciliación nacional.

Los políticos españoles responsables de la transición de mediados de los años setenta, comprendieron muy bien las grandes resistencias y dificultades que hubiesen encontrado de haber optado por un camino que no fuera el de mirar hacia adelante.

Hay quien asegura que de no haber sido así, la transición española no hubiera sido lo “tersa” que fue o simple y sencillamente no hubiera existido.

Hoy, plenamente consolidada la democracia de España, los argumentos prácticos –que no éticos– que hacían inviable la recuperación de la memoria histórica han desaparecido.

Es difícil si no imposible pensar que el ejército o alguna fuerza política o social reaccione de manera violenta frente a la Ley de Memoria Histórica, como seguramente hubiera ocurrido a finales de los setenta y de hecho ocurrió a principio de los años ochenta.

Independientemente de bandos y de convicciones o afinidades políticas el hecho es que a lo largo y ancho de España existen muchas dudas que esclarecer y, tristemente, muchas fosas por desenterrar.

La eficacia de la polémica ley requiere, además de la voluntad política de los gobiernos central, autonómico, provincial y municipal, de una gran cantidad de recursos humanos y materiales.

El proceso que va desde la investigación documental hasta la localización y desentierro de los cuerpos en fosas comunes requiere presupuestos astronómicos que no todos los gobiernos ni los ciudadanos están dispuestos a gastar, más aún en un escenario de crisis económica.

De lo que no hay duda es que en este tema no hay blancos ni negros, sino posiciones encontradas, que no necesariamente son del todo equivocadas.

Finalmente serán los españoles y sólo ellos quienes habrán de decidir hasta dónde llegarán en la aplicación de la ley que aprobaron en 2007.

Nos enteramos del lamentable fallecimiento del Ing. José Antonio Tellería a través de las páginas de Internet de los medios de comunicación hidalguenses.

No tuve el gusto de tratarle personalmente, pero sí de escucharle en un par de ocasiones y de conversar con muchos de sus colaboradores, en quienes dejó una huella imborrable.

De sus palabras y de las de sus muchos amigos, me quedó clara su intención de hacer una política con una forma y un contenido diferentes a los que él consideró imperaban en aquel momento.

La presencia de servidores públicos y representantes de las diversas fuerzas políticas en el homenaje que se le rindió en la Casa Rule es muestra del privilegiado lugar que sin duda ocupará en la historia de la política hidalguense y en el corazón de muchos pachuqueños.

Para su familia, nuestro más sincero pésame y solidaridad.

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