sábado, 26 de julio de 2008

El final del sueño


En marzo del año 2007 Fernando Martín era el “hombre del momento” en España.
Su rostro, símbolo del gran boom de la construcción, era portada tanto de los diarios de corte financiero como de las revistas del corazón o prensa rosa, que tanto gustan a los españoles.

No era para menos. En una espectacular operación había comprado al empresario gallego Manuel Jove la inmobiliaria Fadesa en la friolera de 4 mi millones de euros –unos 68 mil millones de pesos.

Fernando Martín, propietario de la empresa Martinsa y ex presidente del equipo de fútbol Real Madrid alcanzaba con esta operación su sueño de contar con un consorcio capaz de jugar en las grandes ligas de Europa y, por que no, del mundo.

El proyecto de la nueva empresa a la que se denominó Martinsa-Fadesa era crear un titán con presencia en la bolsa de valores y negocios en el sector inmobiliario y en otros como la obra civil, las concesiones, los servicios medioambientales y de agua, y el desarrollo de energías renovables.

Para “facilitar” la operación, varios bancos españoles dieron su apoyo incondicional –que no desinteresado– a Martín, prestándole prácticamente el total de la operación más mil millones de euros para cuestiones “operativas”.

Eran los tiempos de oro del ladrillo y todos, incluidos los bancos, querían ser parte del jugoso negocio, por lo que no dudaron en prestarle a Martín 5 mil millones de euros –85 mil millones de pesos.

Hoy los vientos soplan en sentido contrario. La bonanza inmobiliaria dejó de serlo.
A pesar de que los precios de las casas y departamentos no paran de bajar, las ventas están por los suelos y se construyen en España la tercera parte de las viviendas que se construían hace un año.

Por todo el país se ven edificios sin terminar; los proveedores y subcontratistas no cobran lo previamente vendido o realizado; los trabajadores de las empresas del sector o bien ya perdieron su trabajo o simplemente están en espera de hacerlo.

La crisis del sector de la construcción ha contagiado a toda la economía de sus graves padecimientos.

El gobierno español por fin ha aceptado que hay una “crisis” –término que se negaban a pronunciar–, por lo que sus expectativas de crecimiento para el 2008 pasaron de un optimista 3.3% a un realista 1.6%. Para 2009 esperan que su economía tenga un exiguo crecimiento del 1%.

Las economías familiares resienten los efectos de esta situación. Como consecuencia de un incremento en las tasas de interés se ha duplicado el número de personas que caen en morosidad frente a las instituciones financieras; el litro de diesel o gasolina permanece cerca de los 1.3 euros por litro–22 pesos.

Los últimos datos de empleo dados a conocer por el Instituto Nacional de Estadística indican que el desempleo ronda al 10.4% de la población económicamente activa, unas 2 millones 300 mil personas. Se espera que en el primer semestre de 2009 esta cifra llegue al 12.5% y de ahí empiece a descender.

Tan sólo entre abril y junio pasados 207,400 personas se sumaron a las filas del paro.
Por estos motivos, dieciséis meses después de su momento de gloria, los “amigos” de Martín decidieron que el empresario de sesenta y un años había dejado de ser un buen negocio.

En medio de la crisis económica, los bancos españoles optaron por no prestar más dinero a Martinsa-Fadesa.

Ante una imparable caída de las acciones de la compañía en la bolsa –de 37, a 7 euros por acción– y frente a la imposibilidad de obtener los créditos necesarios para refinanciar una deuda calculada en al menos 6 mil millones de euros, Fernando Martín se vio en la necesidad de declarar a Martinsa-Fadesa en concurso de acreedores voluntario, la mayor en la historia de España.

El inicio de este procedimiento jurídico –que sustituyo en España a la antigua figura de la suspensión de pagos– provocó la inmediata caída de la bolsa de valores, arrastrada por el desplome de las acciones de los bancos a los que la empresa de Fernando Martín debe colosales sumas de dinero, incluido el Popular, tercer banco español.

Se teme que las deudas sean mayores de lo declarado y que el valor estimado de Martinsa-Fadesa, unos 13 mil millones de euros, resulté ser mucho menor debido a una sobrevaloración de sus propiedades.

En el sector inmobiliario y financiero acusan a Fernando Martín de irresponsabilidad por haber comprado Fadesa a través de créditos, que hicieron imposible su supervivencia de mediano y largo plazo.

Los mismos que hace poco más de un año lo apoyaron en sus aventuras buscando los grandes dividendos que les reportaba tanto a sus empresas como a ellos mismos, hoy le dan la espalda, fingiendo desconocimiento y buena fe cuando todos los datos indican que su responsabilidad quizá sea de la misma dimensión.

Basta ver los jugosos bonos personales de decenas de millones de euros que por ser parte de este tipo de operaciones recibieron los ejecutivos de las compañías fusionadas y los directivos de los bancos que las financiaban.

La pregunta es ¿Conocían el sector financiero y las entidades de regulación las características y riesgos de las operaciones? En opinión de los españoles sí que las conocían.

Es por ello que a pesar de la crisis, el pueblo español pide al gobierno hacer oídos sordos de aquellos que claman por un rescate del sector mediante la compra gubernamental de las grandes extensiones de tierra en poder de los grandes consorcios inmobiliarios.

Los españoles invocan el dicho “que cada palo aguante su vela”, para dejar claro su rechazo al rescate de aquellos que en los momentos de bonanza obtuvieron grandes dividendos, incluso a costa de una poco clara subida en los precios de las viviendas.

Lo que sí es claro es que a la economía española la afectaron los mismos males que hoy afectan a la global: la especulación y la falta de transparencia.

Personalmente no comparto el argumento de que la crisis mundial es exclusivamente provocada por el final del ciclo expansivo que la economía global vivía desde hace más de diez años, como si se tratase de algo inevitable.

Si se analiza a detalle, en todos los países la crisis ha estado de una u otra manera relacionada con una gestión opaca tanto de las empresas directamente involucradas como del sector financiero y de las entidades públicas reguladoras.

La crisis de las subprimes en Estados Unidos de América, el fraude de 5 mi millones de euros al segundo banco francés Societe Generale, el caso de Martinsa-Fadesa y, por que no decirlo, el alto precio del barril de petróleo, tienen como común denominador una especulación encarnizada y una gestión irresponsable de aquellos que desde las trincheras gubernamentales y privadas debieran velar por la estabilidad de las economías.

Ha quedado claro que desregulación a ultranza no necesariamente significa eficiencia, pues también puede implicar anarquía, por lo que es necesario garantizar la calidad de los mecanismos de intervención y regulación del mercado para garantizar la conducción responsable de empresas con alto impacto en la economía, como lo son las instituciones financieras o las empresas que cotizan en el mercado de valores.

Termino con una frase que nos gusta mucho a los mexicanos: “cuando veas las barbas de tu vecino cortar, pon las tuyas a remojar”.

1 comentario:

  1. Completamente de acuerdo contigo Pepito, las autoridades se han prestado al juego de la especulación con los grandes inversionistas (incluídos los propios bancos) y ahí tenemos las consecuencias. Y como decimos también por acá: En todos lados se cuecen habas.
    Un abrazo.

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