domingo, 3 de agosto de 2008

PEMEX nos debe unir


Siempre que cargo gasolina en cualquier estación de servicio de Madrid recuerdo a México y recuerdo a PEMEX.

Aunado al hecho de que los medios de comunicación españoles han dado una extensa cobertura del tragicómico debate petrolero que se vive en nuestro país, es imposible no pensar en lo que uno tiene en casa cuando de este lado del mundo se pagan 1.3 euros –unos 22 pesos– por cada litro de diesel o de gasolina.

Y es que la sensación de desembolsar 1,100 pesos por llenar el depósito de cincuenta litros de un automóvil mediano sólo se puede describir utilizando alguna de las apocalípticas escenas de la exitosa película “Mad Max”, protagonizada por Mel Gibson a principios de los años ochenta.

La reflexión es sencilla: que difícil es para un país y para sus habitantes no tener petróleo en estos días.

De no ser porque los europeos tienen un ingreso medio por persona cinco veces mayor al nuestro, seguramente no podrían pagar los altos precios de los combustibles. El uso de la bicicleta dejaría de ser una moda para convertirse en una necesidad.

Mientras tengan recursos económicos y naciones que se los provea, los europeos contarán con el petróleo que necesiten aunque tengan que pagarlo cada vez más caro.
No importa si es necesario que personajes como el presidente venezolano Hugo Chávez o el líder libio Muammar Al-Gaddafi sean recibidos en Europa con bombo y platillo.

Por el petróleo, los disparates verbales de aquel se convierten en simples lapsus, mientras a los actos terroristas de éste se les da el trato de leves “errores” de juventud.
Lo lamentable es que la situación de los europeos, que no tienen petróleo pero sí dinero, no es la norma a nivel mundial.

La mayoría de los habitantes y naciones del planeta no tienen petróleo ni suficiente riqueza para comprarlo.

El caso extremo es el África subsahariana, en donde no preocupa tanto el incremento en el valor de la gasolina –pues muy pocos tienen automóvil– sino la repercusión del alto precio de los combustibles sobre el costo de los alimentos y otros insumos básicos, lo que ha provocado que cientos de miles de personas se sumen a los millones que están en riesgo de morir de hambre.

Ahora bien, ¿Qué importancia tiene el contexto mundial antes descrito para una reforma que al final deberemos decidir sólo los mexicanos? Desde mi punto de vista, mucha.

No sólo porque el petróleo es parte de un mercado internacional que no controlamos los mexicanos. Ni porque es un hecho que las actuales circunstancias internacionales implican que existen intereses de diversa índole a los que preocupa que México emprenda una reforma petrolera.

En mi opinión, la principal razón por la que los mexicanos debemos tomar en cuenta lo que pasa más allá de nuestras fronteras tiene que ver con el valor que cada uno de nosotros le otorgamos a nuestro petróleo y, por ende, a cualquier reforma que le afecte.

En la medida en que valoremos un tesoro que, a pesar de ser nuestro, nos fue regalado por la naturaleza y por las generaciones que nos precedieron y lucharon por él, entenderemos lo afortunados que somos por poseerlo.

Pensemos por un momento en un México sin PEMEX ¿Qué hubiera sido de nuestro país sin los recursos petroleros? ¿Qué sería de México sin ellos?

El petróleo no puede ser un factor de división entre los mexicanos sino un elemento que nos una.

Los grandes avances sociales del país no pueden ser explicados sin la presencia de PEMEX.

La empresa ha constituido un elemento de unidad que ha contribuido a que la heterogeneidad social y regional no signifiquen un riesgo para la existencia nacional.
Históricamente, la riqueza petrolera ha equilibrado el pacto federal, disminuyendo las diferencias existentes entre estados con niveles de ingreso, competitividad y producción sumamente divergentes.

Los cientos de miles de millones de dólares que en setenta años ha producido la empresa, se han constituido en el lubricante de una nación que de no contar con ellos seguramente sería muy diferente.

En la otra cara de la moneda, los recursos petroleros, que hasta hace poco se consideraban infinitos, han permitido a muchos gobiernos evitarse la molestia de emprender diversas acciones que con urgencia necesita el país.

Mientras el petróleo fluía y el dinero llegaba no era necesario afrontar los grandes retos, ni los costos políticos que hacerlo implicaba.

Por ejemplo, se ha dejado de lado una verdadera reforma fiscal que, privilegiando el incremento de la base de contribuyentes, otorgue al país los recursos que tanto necesita para desarrollar el gran potencial con el que sin duda contamos.

Tampoco se ha tomado en serio la reconversión productiva o el impulso del campo, como fuentes alternativas de riqueza.

El exceso de recursos también ha permitido abusos y déficits de transparencia que a la fecha agravian a los mexicanos.
Es por ello que la reforma de PEMEX debe enmarcarse dentro de una gran reforma del Estado mexicano.

Regularmente, lo accesorio sigue la suerte de lo principal. Cualquier reforma a la paraestatal difícilmente será exitosa si no es parte de un modelo de país que también lo sea.

Antes de reformarla, debemos definir, con puntualidad y claridad, cuál será el papel que PEMEX jugará en el desarrollo nacional en los próximos años.

Antes de intervenir en ella es necesario separar las causas de las consecuencias, pues de esa manera será posible llegar a soluciones reales para la paraestatal.

Un análisis de esa naturaleza permitiría concluir que el supuesto problema financiero de la empresa petrolera es una consecuencia, no una causa.

El verdadero problema de PEMEX, sin soslayar otros, no es la falta de recursos sino la irracional carga fiscal a la que ha sido sometida por parte del gobierno federal, con la complacencia de otros niveles de gobierno, que han preferido incrementar sus recursos disponibles a intentar detener la sangría en contra de la empresa.

Otorgar más recursos, sean estos privados o públicos, sería como invertirlos en un barril sin fondo si no se solucionan los problemas estructurales de la petrolera, principalmente el relativo a los impuestos que paga a la federación.

El debate sobre la paraestatal, antes que nada, exige absoluta responsabilidad y visión de futuro de quienes en él participan. No puede ser botín económico o político de algunos.

Aunque un referéndum sería deseable, el hecho es que nuestra constitución política no lo contempla, por lo que las decisiones deberán tomarse al seno de las instituciones de representación democrática legalmente constituidas, que son el Congreso de la Unión y, en su momento, las legislaturas locales.

Lo importante es que esa decisión cuente con el mayor consenso posible al interior de los órganos legislativos y, principalmente, entre la ciudadanía.

Una reforma exitosa, que trascienda en el tiempo, sólo es pensable en la medida en que cuente con el apoyo de la mayoría de los mexicanos, lo que debe obligadamente ser tomado en cuenta por los legisladores.

1 comentario:

  1. Estoy de acuerdo con la importancia de una reforma exitosa y concensuada con la mayoría de los mexicanos.

    Pero para ello, quizás haga falta que el gobierno destine mayores recursos a labores de Relaciones Públicas encaminadas a dar a conocer a la población en general y a grupos de influencia específicos, los beneficios de esta reforma. Por que pareciera que la mayoría de nosotros no sabemos muy bien que esfuerzos implicaría y que nos podría reportar, sobre todo en el futuro, ya que este tipo de cambios estrucutrales y de mentalidad no son visibles en el corto plazo.

    Quizás eso sea lo que más nos cuesta a los Mexicanos visualizar; el largo plazo y la perspectiva global de las decisiones nacionales.

    Considero que es un momento crucial. Y una reforma realmente profunda, meditada y expedita podría re-posicionar a México como un país con mucho más influencia no solo en Lat Am, sino en todo el continente y muy probablemente en todo el mundo... dada la expectativa que genera en muchos inversores este tipo de resoluciones.

    Solamente ayer, un grupo de Empresarios Españoles pedían, a través de la Vice-Presidenta Primera del Gobierno Español, María Teresa Fernández de la Vega, que hiciera saber al presidente Calderón su enhorabuena por la transparencia de los concursos / licitaciones públicos, y pedían que esas reformas energéticas pudieran acelerarse, dado su enorme interés en invertir en nuestro país. Esto no es fácil, no todos los países son atractivos a la inevrsión extranjera, en estos tiempos de déficit de liquidéz y turbulencia económica en los 5 contientes.

    Por lo que aprovechar este interés podría dar un impulso a México, por encima de países con los que, nos guste o no, compite por los fondos destinados a inversión estratégica extranjera.

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