domingo, 19 de octubre de 2008

Despenalizar las drogas: Carlos Fuentes


Más allá de sus obras literarias, las palabras del escritor mexicano Carlos Fuentes suelen ser polémicas.

Sus últimas apariciones públicas en España no fueron la excepción.

Y es que Fuentes, que el pasado 13 de octubre recibió de manos del Rey Juan Carlos I el Premio Internacional Don Quijote de la Mancha, junto al presidente de Brasil, Luis Ignacio Lula da Silva, insistió en su propuesta de despenalizar las drogas.

Durante un encuentro con medios de comunicación, celebrado después de haber dictado una conferencia magistral en la Casa de América, el controvertido novelista aseguró que la violencia y el crimen organizado son el mayor problema de México, recordando las más de tres mil muertes contabilizadas en lo que va del año.

"La drogadicción siempre es un problema terrible, pero lo sería menos si dejara de tener la faceta criminal", afirmó el escritor.

Con motivo de la presentación de su nueva novela, "La voluntad y la fortuna", el también autor de “Aura” y “La muerte de Artemio Cruz”, insistió en que los narcotraficantes de nuestro país ponen la droga en la frontera para que “los americanos la limpien en sus bancos" y en que el origen del problema está en Estados Unidos, ya que la oferta mexicana de droga existe porque hay una demanda estadounidense.

Al plantear la despenalización “global” como una solución –que para ser exitosa necesita abarcar muchos países– argumentó que esta propuesta molesta mucho a los norteamericanos porque, a pesar de decir que defienden la libertad y la sanidad, en realidad lo que protegen es el consumo de la droga.

Remató señalando lo mucho que nos ha costado a los mexicanos tener una democracia y se cuestionó en voz alta: “¿Qué ocurre cuando los recursos de la democracia no son suficientes para detener el crimen? El quid de la cuestión es que la democracia tenga armas para combatirlo, porque la sociedad está pidiendo al Estado que dé una respuesta”.

A primera vista, la despenalización de las drogas sugerida por Carlos Fuentes suena descabellada.

Sin embargo, dadas las actuales circunstancias, toda propuesta que cuente con una base racional suficiente y se haga en el ejercicio del derecho a la libre expresión debe, al menos, ser estudiada.

Sobre todo porque el cambio en el modelo internacional de combate al narcotráfico y atención a la fármacodependencia al que se refirió Fuentes no surge –como se pretende hacer creer– de un obscuro grupo de “adoradores” de las drogas, sino de la aplicación de un marco teórico, cuya base se encuentra en una corriente fronteriza entre el derecho y la economía, denominada análisis económico del derecho.

Esta corriente, surgida en los años cincuenta, estudia los sistemas normativos utilizando como base las herramientas dadas por la economía, bajo un enfoque costo beneficio, que tiene como principal objetivo la búsqueda de la eficiencia de los sistemas legales.

Si se aplica al “mercado” de las drogas este enfoque, cuyo fundador fue el Nobel de Economía Ronald Coase, se obtienen conclusiones muy similares a las expuestas por Carlos Fuentes.

El argumento central del análisis económico del derecho es que si se despenalizaran las drogas a nivel internacional se acabaría con el mercado negro de estupefacientes, lo que disminuiría los precios y, por ende, los enormes incentivos a traficar.

Así las cosas, de acuerdo con los defensores de la despenalización, los más afectados por un cambio en la normatividad serían los propios narcotraficantes, que verían desaparecer el mercado negro que hoy los ha encumbrado. Algo similar a lo que sucedió en los años veinte, durante la prohibición del consumo de alcohol en los Estados Unidos de América y su posterior eliminación.

Como se podrá observar, los argumentos de esta corriente no se apoyan en ningún caso en una valoración positiva del consumo de drogas sino en una serie de consideraciones en torno a los efectos que el actual marco normativo produce en el mercado de los estupefacientes.

De acuerdo con quienes apoyan esta visión, la despenalización debería sujetarse a una serie de restricciones, como es el caso de otras drogas legales –el tabaco o el alcohol, por ejemplo–, tales como la prohibición de la venta a menores de edad y a mujeres embarazadas.

Asimismo, debería acompañarse de una serie de políticas públicas de prevención, cuyos recursos se obtendrían a partir de los impuestos generados por el consumo legal y por los ahorros que en las arcas públicas supondría el dejar de gastar en combatir el narcotráfico; otorgándosele al problema un enfoque de salud pública más que de justicia.

Lo anterior también permitiría evitar los efectos que dicho tráfico genera actualmente en materia de seguridad pública, violencia e infiltración de las instituciones gubernamentales.

Por su parte, quienes están en contra de la despenalización apoyada por Fuentes, cuentan en su arsenal con argumentos sumamente potentes.

El primero de ellos es que a mayor disponibilidad, mayor consumo; por lo que el potencial adictivo de todas las drogas provocaría un incremento de proporciones descomunales en el numero de consumidores.

Esta situación acabaría afectando por igual a mayores y a menores de edad, dada la dificultad de evitar el incumplimiento de las restricciones a la venta, señaladas en párrafos anteriores. Esto implicaría, no la desaparición del actual mercado negro de las drogas, sino el surgimiento de un mercado legal y la continuación del ilegal, que proveería a jóvenes y adolescentes con drogas de aún más dudosa calidad –similar al actual mercado de cigarros apócrifos.

Asimismo, según los detractores de la despenalización, este incremento traería consigo una serie de costos en salud pública, desintegración familiar, delincuencia, productividad y accidentes de tráfico, que harían palidecer a los que actualmente genera el mercado negro.

Considero que lo importante, independientemente de la posición con la que cada uno estemos de acuerdo, es asumir que tanto las voces a favor de la despenalización, como las que están en contra, cuentan con puntos débiles pero también con argumentos de peso, por lo que merecen ser escuchados y tomados en consideración en el marco del deseable debate de las ideas.

Porque quienes insisten en que el problema se siga abordando como se ha hecho hasta ahora, no atinan a responder de qué manera el Estado triunfará en la que se ha denominado “guerra contra el narcotráfico”; mientras que quienes apoyan un cambio consistente en la despenalización global no logran encontrar la manera de asegurar que no se vería incrementado el consumo, en caso de fructificar su propuesta.

http://www.oem.com.mx/elsoldehidalgo/notas/n896906.htm

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