domingo, 26 de octubre de 2008

Reforma energética en México: las renovables en España


A propósito de la aprobación en el senado mexicano del paquete de reformas constitucionales y legales en materia energética, considero pertinente abordar el tema de las energías renovables en España, dada la relevante posición a nivel europeo e internacional que dicha nación ocupa en la materia.

Claro está que el proceso legislativo en el Congreso de la Unión aún no concluye, pero todo parece indicar que al interior de la Cámara de Diputados existe el consenso necesario para dar el “sí” a lo previamente aprobado por los senadores.

Cierto es que por su carga política-ideológica la atención mediática ha sido acaparada por las modificaciones relacionadas con el régimen jurídico y fiscal de Petróleos Mexicanos.

Sin embargo, en el alud de informaciones y desinformaciones, no debemos perder de vista que una de las siete leyes que integran el polémico paquete se refiere específicamente al aprovechamiento de las energías renovables.

Es decir, aquellas cuya fuente reside en fenómenos de la naturaleza, procesos o materiales susceptibles de ser transformados en energía que se regeneran naturalmente, por lo que se encuentran disponibles de forma continua o periódica.

La iniciativa presentada por el Partido Verde Ecologista de México, que finalmente se convirtió en el proyecto de “Ley para el Aprovechamiento de Energías Renovables y el Financiamiento de la Transición Energética”, constituye un gran paso en el largo camino que nuestro país habrá de recorrer para posicionarse como la potencia internacional que debe ser en la materia.

Ya en otra ocasión –a propósito de mi presencia como invitado en la Exposición Internacional de Zaragoza en la mesa “Agua y energía”– tuve la oportunidad de abordar en este espacio el asunto del calentamiento global y su estrecha relación con el agua y con la energía.

Por ello, sólo recordaré el inmenso reto que representa para la humanidad satisfacer sus necesidades energéticas y del vital líquido, a la vez que disminuye las emisiones de gases que generan el incremento en la temperatura global y ponen en peligro nuestra subsistencia como especie.

Derivado de esta conclusión y de la preocupante dependencia energética que del exterior tiene, la Unión Europea se ha visto en la necesidad de tomar diversas medidas para que los países que la integran –27 a la fecha– modifiquen tanto sus patrones de demanda como de oferta energética.

Tal es el caso de una serie de directivas y reglamentos, así como de diversos libros Verdes y Blancos en materia de producción, distribución y aprovechamiento de la energía en sus distintas modalidades –los libros Verdes exponen un abanico de ideas con fines de debate público, mientras los Blancos contienen un conjunto oficial de propuestas en ámbitos políticos específicos y constituyen una guía para que los países miembros lleven a cabo determinadas acciones.

Aprovechando este entorno y partiendo de un diagnóstico particular nada favorable, España emprendió en los últimos años una serie de acciones para incrementar su oferta energética y hacer un uso más eficiente de la que dispone.

Según datos de la Asociación de Productores de Energías Renovables, el país importa casi un 80% de la energía que consume, de la cual la inmensa mayoría o proviene de plantas nucleares –altamente rechazadas en este país, a diferencia de Francia que, por cierto, la exporta a España– o es altamente contaminante por tener un origen fósil –petróleo, carbón y gas natural.

Lo anterior, sumado al hecho de que su tejido productivo tiene una alta y cada vez mayor intensidad energética, hacen de España un país sumamente dependiente del exterior y el más alejado de todos los europeos de cumplir con el Protocolo de Kioto sobre emisiones de gases invernadero.

En un esfuerzo por modificar esta circunstancia, se puso en marcha la Estrategia de Ahorro y Eficiencia Energética 2004-2012, que busca atacar cuantitativa y cualitativamente la demanda; y, por el lado de la oferta, el Plan de Energías Renovables 2005-2010, que pretende incrementar la presencia de dichas energías.

Este último se planteo como objetivo que las energías renovables pasaran de un 6.9% de la energía total utilizada al 12.1%, así como del 19.4% a un 30.3% de la energía eléctrica producida.

El plan español se propuso fomentar diversas formas de energías renovables, tales como hidroeléctrica, termoeléctrica, biocarburantes; solar fotovoltaica, solar térmica, biogas; biomasa y eólica; aunque las dos últimas aportarían la mayor parte del incremento buscado. No se contemplaron las energías geotérmica ni mareomotriz, por encontrarse en fase experimental su utilización a escala comercial.

Para lograr sus objetivos, el plan consideró una inversión cercana a los 23,600 millones de euros –unos 30,000 millones de dólares–; de los cuales el 77% lo aportarían las instituciones financieras; el 20% los empresarios; y sólo el 3% el gobierno.

Aunado a lo anterior, se exentaría del pago del impuesto sobre hidrocarburos a los productores de biocarburantes, lo que implicaría unos 2,855 millones de euros adicionales.

Por último, mediante un incremento anual constante de 0.6% en la tarifa eléctrica, los ciudadanos españoles pagarían en sus recibos de luz otros 4,956 millones que se utilizarían para otorgar una prima a los productores de energías renovables.

Este punto resulta fundamental para el éxito de cualquier plan que involucre a las energías renovables, por una sencilla razón: su producción es más cara que las energías convencionales, lo que hace inviable una competencia bis a bis entre ambas. Aunque si se consideraran los costos sociales y ecológicos no cuantificados –externalidades– de las energías convencionales, probablemente su costo real sería el mismo o mayor que el de las renovables.

A pesar de que no es materia de esta colaboración, ha pasado suficiente tiempo desde que los españoles pusieron en marcha su Plan de Energías Renovables, como para poder evaluar su impacto real.

Sólo apuntaré que a partir del nuevo modelo implementado se ha generado una industria anteriormente inexistente; que en materia eólica España y sus empresas son líderes mundiales, sólo detrás de Estados Unidos y Alemania; y que hoy las renovables han superado a la energía nuclear en cuanto a su participación en la generación de energía eléctrica.

Como puntos negativos, se ha criticado el excesivo desarrollo de algunas energías en perjuicio de otras, como es el caso de la fotovoltaica; el hecho de que los costos de producción no se hayan podido disminuir de manera considerable en relación con las convencionales; así como la excesiva concentración generada en materia eólica, principalmente por las altas inversiones que requiere.

Como cualquier política pública, la estrategia que España adoptó para impulsar a sus energías renovables es susceptible de ser mejorada, aunque no me queda la menor duda de que los resultados obtenidos siempre serán mejores que los que se pudieran haber logrado en caso de no existir ninguna.

Es un buen momento para definir, fuera del discurso y la demagogia, cuáles son los objetivos cuantificables que los mexicanos debemos esperar de la reforma energética, así como cuáles los costos y las posibilidades de desarrollo que ésta nos ofrece, pasando por jóvenes profesionistas; micro, pequeños y medianos empresarios; así como municipios, regiones y estados
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http://www.oem.com.mx/elsoldehidalgo/notas/n906042.htm

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