domingo, 5 de abril de 2009

Cumbre del G20: el cambio apenas comienza


El 2 de abril de 2009 pasará a los anales de la historia como el día en el que los líderes de las veinte economías más importantes del mundo pusieron los cimientos –sólo eso– para salir de una crisis que a punto está de convertirse en una depresión y para modificar el sistema comercial y financiero internacional creado después de la Segunda Guerra Mundial mediante los acuerdos de Bretton Woods de 1945.

También deberá ser recordado como el día en que se dio el banderazo de salida para que en el menor tiempo posible y con una intensa participación de los grupos de interés ciudadanos o stakeholders, los gobiernos de los países miembros del G20 comiencen a trabajar para desarrollar todos y cada uno de los buenos deseos que con singular retórica plasmaron en la declaración final que conjuntamente emitieron el mismo 2 de abril.

Dentro de dichos acuerdos, destacan por su importancia la inyección de 1.1 billones de dólares a la economía global –750 mil millones al Fondo Monetario Internacional (FMI), 250 mil millones para reactivar el comercio y 100 mil millones para los bancos multilaterales de desarrollo–; y el combate al proteccionismo, evitando medidas de competencia desleal e impulsando la conclusión de la Ronda de Desarrollo de Doha de la Organización Mundial de Comercio.

Resultan relevantes también el pacto para dar mayor poder dentro del FMI a los países en desarrollo antes de 2011 –igual que en el caso del Banco Mundial, cuyo plazo es 2010 – y la creación del Consejo de Estabilidad Financiera “para advertir de antemano los riesgos macroeconómicos y financieros y sobre las medidas necesarias para superarlos” –es triste saber que no existía uno–.

En materia de regulación, los miembros del G20 establecieron las bases para un nuevo sistema normativo de las instituciones financieras, incluyendo los fondos de inversión de riesgo o “Hedge funds”, las agencias calificadoras, las remuneraciones y compensaciones de los ejecutivos, y el establecimiento de nuevos criterios de contabilidad.

Una de las medidas más populares de las tomadas en Londres fue el establecimiento de sanciones contra los paraísos fiscales que figuren en la lista de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE), pues según consta en la declaración de la cumbre del G20 “la época del secreto bancario ha llegado a su fin”.

Quizá por ello el presidente francés, Nicolas Sarkozy, aseguró tajante que la cumbre del G20 acordó "la reforma más profunda del sistema financiero desde 1945".

Sin embargo, aunque los recursos comprometidos son sumamente importantes –para dimensionarlos basta decir que el Producto Interno Bruto de México o España fue en 2007 similar a esta suma, cerca de 1.2 billones– y en principio los acuerdos alcanzados son bastante razonables, aún falta mucho para cantar victoria.

Y es que pensar que de un plumazo los líderes del G20 acabaron con la crisis económica mundial sería irresponsable y poco realista. Más ingenuo aún sería suponer que la declaración final de veintinueve puntos por sí misma será suficiente para evitar que dicha crisis se repita.

Para no cometer dicho error es importante distinguir entre las medidas de corto alcance y aquellas cuyo enfoque es de largo plazo. Esta distinción es útil y nos permite comprender una de las principales tensiones que se suscitaron antes, durante y después de una cumbre que duró apenas unas horas: mientras los Estados Unidos y el Reino Unido tenían como principal prioridad el establecimiento de acciones para estimular la economía y “salir del hoyo” lo antes posible, los países europeos, principalmente Alemania y Francia, enfocaron sus baterías hacia medidas más estructurales y de largo plazo.

Esta doble visión, con un ojo puesto en la resolución inmediata de la recesión mundial y el otro en la “post crisis”, está plasmada en el documento final y constituye el gran riesgo y la gran oportunidad de la declaración del G20. Es lo suficientemente amplia para construir –o más bien, reconstruir– un nuevo sistema económico global y tan ambigua como para que al cabo de los años, superada la crisis de corto plazo, los acuerdos tomados se conviertan en letra muerta, en espera de ser desempolvados cuando llegue el siguiente crac mundial.

Es necesario mirar con ojos críticos el documento final de la cumbre de Londres y comprender que, además de no abordar temas sustanciales, gran parte de los acuerdos tomados por el G20 requieren de un trabajo posterior, cuya conclusión en muchos casos puede llevar años.

Mientras temas como el cambio climático, el desempleo o el cumplimiento de los Objetivos de Desarrollo del Milenio fueron abordados con una vaguedad preocupante, los “grandes” acuerdos de la cumbre no cuentan con la especificidad suficiente para determinar su alcance y estar en posición de evaluar su cumplimiento.

Muchos de los acuerdos requieren cambios legislativos en cada uno de los países firmantes de la declaración. Las reformas al sistema bancario, por ejemplo, son en realidad una modificación coordinada de las regulaciones nacionales en la materia. Incluso los 1.1 billones de dólares comprometidos no cuentan hasta la fecha con la suficiente claridad para saber quién los aportará. Lo mismo sucede con las sanciones a los paraísos fiscales y con el Consejo de Estabilidad Financiera, cuyas competencias están aún por definirse.

En virtud de lo anterior, para potenciar la visión de largo plazo, recuperar los temas que fueron dejados de lado y profundizar en aquellos abordados pero que requieren de un trabajo futuro, es necesaria la ciudadanización de la agenda de Londres y una movilización de los grupos de interés con presencia local, nacional e incluso mundial. Algo tan importante no puede ser dejado sólo en manos de los tiempos políticos que, por definición, suelen privilegiar el corto plazo aun en contra de sacrificar el futuro.
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1 comentario:

  1. HOLA PEPE TE MANDO MUCHOS SALUDOS Y TE DEJO UN ARTICULO PARA QUE LE DES UNA LEIDA, QUE ESTES BIEN!!! SONRICS.



    Menos Libertad

    Xavier Sala-i-Martin

    Hoy vamos a hacer un comentario de texto. La reunión del G20 de la semana pasada fue vista como un éxito de la clase política mundial al conseguir hacer un documento final con tres compromisos concretos: (1) aumento de la dotación económica asignada al Fondo Monetario Internacional y una mayor participación de los países emergentes en sus órganos de dirección (éxito de los países emergentes), (2) políticas fiscales expansivas para salir de la crisis, incluyendo masivas ayudas monetarias al sector financiero (éxito de los Estados Unidos) y (3) una mayor regulación del sector financiero, con la creación de un nuevo órgano supervisor, con su correspondiente burocracia, llamado “Financial Stability Board” (un éxito de Francia y Alemania).

    La impresión que yo me llevo al leer el documento final, sin embargo, es de profunda decepción y miedo. En repetidas ocasiones he expresado mi temor a que las malas políticas económicas, basadas en diagnósticos erróneos, podrían acabar perjudicando la economía en el medio y el largo plazo. Y este documento está repleto de principios peligrosos basados en diagnósticos desafortunados. Desde mi punto de vista, la clave para entender el problema al que nos enfrentamos está en el párrafo 3 del documento final de la reunión del 3 de Abril:

    Partimos de la convicción de que la prosperidad es indivisible; de que el crecimiento, para ser sostenido, debe ser compartido; y de que nuestro plan global para la recuperación debe tener en su corazón las necesidades y el empleo de las familias que trabajan duro, no sólo en los países desarrollados, sino también en los mercados emergentes y en los países más pobres del mundo; y el crecimiento debe reflejar los intereses, no sólo de la actual población, sino también de las generaciones futuras. Creemos que el único fundamento seguro para la globalización sostenible y el aumento de la prosperidad para todos es una economía mundial abierta, basada en los principios del mercado, en una regulación eficaz y en instituciones globales fuertes.

    En principio, este párrafo parece bastante correcto: aboga por el crecimiento económico, la globalización, la prosperidad mundial, los principios de mercado y la regulación eficaz. Pero el problema aparece cuando se compara con el párrafo equivalente del documento publicado después de la reunión anterior celebrada el 15 de Noviembre de 2008:


    Reconocemos que estas reformas sólo tendrá éxito si se basan en un compromiso con los principios del libre mercado, incluido el Estado de Derecho, el respeto de la propiedad privada, el libre comercio y la inversión, la competitividad de los mercados, y sistemas financieros regulados de manera efectiva y eficiente. Estos principios son esenciales para el crecimiento económico y la prosperidad y han permitido que millones de ciudadanos salieran de la pobreza, y han aumentado de manera importante el nivel de vida mundial. Reconociendo la necesidad de mejorar la reglamentación del sector financiero, hay que evitar el exceso de regulación que impide el crecimiento económico y acentúa la contracción de los flujos de capital, incluyendo los que van a los países en desarrollo.

    Y aquí va el comentario de texto: una comparación rápida de los dos textos arroja las siguientes conclusiones: (1) En 2008 se hablaba de “libre mercado”; en 2009 se dice “economía basada en los principios de mercado”. Las palabras “libre” y “libertad” no sólo no aparecen en este párrafo crítico sino que no aparecen en todo el documento. Una lamentable pérdida que debe aterrorizar a todos los amantes de la libertad del planeta porque nos dice que nuestros líderes anteponen su intervencionismo a nuestro derecho a la libertad. (2) En 2008 había una desconfianza en la “regulación excesiva que impide el crecimiento económico”. Esa desconfianza ha desaparecido en el texto de 2009. Es más, en el texto de 2008 se hablaba de “regulación eficiente”. La palabra eficiente no aparece ni una sola vez, no sólo en el párrafo clave sino en todo el documento de 2009. (3) El texto de 2009 introduce conceptos de sostenibilidad medioambiental que tienen menos que ver con la crisis que con el programa electoral de Barack Obama. (4) En 2008 se mencionaba el libre comercio como motor del crecimiento económico. Hoy sabemos que esa frase era retórica e hipócrita porque 18 de los 21 países del G20 han practicado políticas proteccionistas desde Noviembre de 2008. En cualquier caso, la frase ha sido substituida por el concepto vago de “globalización sostenible”. (5) En 2008 los líderes políticos creían que “el estado de derecho” era necesario para garantizar el crecimiento económico. Esa expresión no aparece en el documento de 2009 ni una sola vez. (6) En 2008 se dice que para que la economía crezca es necesario “el respeto a la propiedad privada”. En el texto de 2009 no se mencionan ni “propiedad privada” ni “respeto”. Y (7) La expresión “competitividad de los mercados” que aparecía en 2008 ha desaparecido en 2009. Eso es un gran problema sobre todo para países como España, que tienen una alarmante falta de competitividad. Los políticos reunidos en Londres se equivocan si creen que la regulación, el gasto público y la privación de la libertad van a hacer que la economía sea más competitiva.

    Resumiendo: el documento final de la reunión del G20 del pasado 3 de Abril indica un preocupante intento de los más importantes líderes políticos del mundo de abandonar el sistema de libre mercado que tan bien ha funcionado durante las últimas décadas (que ha permitido que el ritmo de innovación fuera el más rápido de la historia de nuestro planeta, que ha hecho que miles de millones de ciudadanos dejaran de ser pobres en los cinco continentes, que reducido las diferencias de renta entre las personas del mundo) y substituirlo por otro menos eficiente, menos competitivo, más intervenido y en el que ellos tendrán más poder y nosotros menos libertad.

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