domingo, 9 de noviembre de 2008

Reforma energética lista ¿Cuándo aeropuerto de Hidalgo?


Hace pocos días, por invitación de un empresario al que conozco desde hace algunos años, tuve la oportunidad de conversar con un grupo de inversionistas de la región de Alicante, al sur de España.

Dado que días antes se había aprobado la reforma energética en México y que la misma fue noticia de primera plana en los medios españoles, los presentes me manifestaron su simpatía por los cambios legales realizados y, principalmente, por el consenso con el que éstos habían salido adelante.

Al continuar la conversación, el empresario al cual conocí durante un par de visitas previas que realizó al estado de Hidalgo, recordó lo que en aquel entonces comentamos y me preguntó: ¿Cuándo el aeropuerto de Hidalgo?

Mi respuesta fue la misma de siempre: el gobierno federal aún no toma la decisión respectiva, lo cual debo confesar me causó cierta molestia.

Y es que no puedo comprender como, mientras el Presidente Felipe Calderón se anotó un triunfo, al lograr la aprobación de la reforma energética en el Congreso de la Unión, una parte de su equipo de trabajo finge demencia y se muestra incoherente al negarse a autorizar de una vez por todas la construcción de un aeropuerto en Tizayuca, estado de Hidalgo.

Aclaro que no me refiero a falta de “coherencia” de una manera despectiva, sino a un aspecto que –independientemente de ser un atributo personal deseable–, está estrictamente relacionado con las políticas públicas que impulsa un gobierno y debe siempre encontrarse presente en ellas. Es decir, unas políticas no pueden contradecir a otras, pues se disminuye su eficacia y se desperdician recursos valiosos y escasos.

Surge entonces la pregunta: ¿Es coherente el gobierno federal al hacer oídos sordos a las solicitudes del gobierno hidalguense, como si se tratara de una invitación al cine y no de una propuesta que busca llevar a cabo un proyecto de vital importancia para el desarrollo del estado y del centro del país?

Porque después de observar la dureza con la que se acusó a algunos de frenar el desarrollo nacional, extraña la lentitud con la que se alarga una respuesta que debía haber sido favorable desde el principio y estar más bien enfocada a un “cómo hacer” y no a un “cómo no hacer”.

Y es que prácticamente todos los argumentos económicos, políticos y coyunturales que el gobierno federal defendió a capa y espada para promover la reforma energética y, de paso, para desacreditar a quienes se oponían a ella, en el caso del proyecto PLATAH se revierten en su contra cual boomerang, evidenciando una incoherencia preocupante.

Mientras a algunos se les acusó de contribuir con su discurso y acciones a generar incertidumbre, el gobierno federal hace exactamente lo mismo, al mantener en vilo a los agentes económicos regionales, estatales, nacionales e internacionales; que ven en el proyecto del aeropuerto en Hidalgo una oportunidad para crecer, invertir, generar empleos y, claro está, ayudar a sus empresas.

No debemos perder de vista que se puede ser “Contreras” sin necesidad de tomar las calles ni pronunciar discursos incendiarios.

A los detractores de la reforma energética se les condenó públicamente por no interpretar la actual situación de crisis mundial y negarse a apoyar una serie de cambios constitucionales y legales que en mucho contribuirían a paliarla.

Es evidente que el consenso legislativo que logró sacar adelante la reforma y desembocó en la aplicación de una mayoría legislativa en contra de una minoría opositora, no hubiera sido políticamente correcto de no encontrarnos en medio de la mayor crisis económica a la que se ha enfrentado el mundo en ochenta años.

Atinadamente, el Congreso de la Unión y la opinión pública nacional, apreciaron como cierta la afirmación del gobierno federal de que la reforma sería una medida contracíclica que ayudaría a amortiguar la caída derivada de la contracción económica.

Esta misma lógica impulsó el programa de cinco puntos anunciado por el presidente Calderón a principios de octubre, que incluye como componente principal la inversión en infraestructura.

Sin duda el plan es positivo y sumamente plausible, pues son necesarias acciones de índole nacional para afrontar la crisis. Sin embargo, de no ser acompañadas por proyectos de corte regional que las complementen, éstas corren el riesgo de mostrarse insuficientes.

Por eso extraña que el aeropuerto de Hidalgo no se encuentre en la lista de acciones emergentes del gobierno federal, pues éste es un excelente ejemplo del tipo de obras públicas que John Maynard Keynes –tan socorrido últimamente– proponía en su “Teoría General de la Ocupación, el Interés y el Dinero” para ampliar la demanda agregada en periodos difíciles como en el que nos encontramos.

Además de los evidentes beneficios directos e indirectos que la propia construcción del aeropuerto y sus infraestructuras paralelas derramarían en la economía regional, no hay que olvidar las inversiones que el mismo lograría atraer en el corto y mediano plazo.

Por lo que si hace años o meses era necesario impulsar el proyecto como mecanismo de atracción de capitales productivos, hoy es simplemente urgente.

México e Hidalgo compiten con regiones de todo el mundo para atraer inversiones. Todas tienen diferentes ventajas competitivas, por lo que la calidad y la cantidad de las inversiones atraídas depende directamente de los valores diferenciales que cada una ofrezca.

En un escenario como el actual, caracterizado por la escasez de dinero, se requiere contar con los mayores elementos posibles para influir positivamente en las decisiones de inversión de las pocas empresas que se aventurarán a hacerlo.

Y contamos con el más importante de estos elementos: nuestra gente. Por poner sólo un ejemplo vale la pena recordar que cerca de 30 mil jóvenes se encuentran realizando estudios de nivel superior en la ciudad de Pachuca ¿Qué oportunidades les ofreceremos a cambio de su esfuerzo?

Por ello, la omisión del gobierno federal se convierte en negligencia y es reprochable política y moralmente, cuando miles de hidalguenses buscan mayoritariamente y encuentran difícilmente –en medio de una crisis económica destructora de empleos– un espacio laboral a partir del cual construir un plan de vida; pudiendo contar con uno de los muchos que generaría la construcción y posterior operación del aeropuerto de Hidalgo y del proyecto PLATAH en su conjunto.

Insisto, se muestra ligereza e incoherencia programática frente a un proyecto que se traduciría en empleos para mucha gente, lo que significaría potenciar sus capacidades y otorgarles mayores oportunidades de desarrollo personal.

Esta incoherencia también queda de manifiesto cuando se observa la tímida defensa que del mismo hacen aquellos que a nivel nacional se rasgaron las vestiduras en el no tan largo proceso para aprobar la reforma energética.

Sería deseable que aplicaran su espontánea energía y renovado activismo para apoyar un proyecto como el PLATAH que, aunque no da tantas fotos ni votos, puede tener efectos positivos.

Esto en ningún caso significa que se deba estar absolutamente de acuerdo con el proyecto, sino que, respecto del proyecto PLATAH, habrá que contestarse las mismas preguntas que siempre se le han formulado al crecimiento económico en relación con el desarrollo: ¿Propicia la seguridad, la libertad y al potenciación de la gente? ¿Fomenta la equidad hoy y entre las distintas generaciones? ¿Respeta la naturaleza y sus funciones de apoyo a la vida? ¿Propicia una mayor cohesión social y cooperación entre los hidalguenses y sus vecinos?

Sólo en este marco y a partir de la respuesta a estas cuestiones será posible enriquecer y mejorar un proyecto que debería ser de Estado –sí, con “e” mayúscula–, por lo que resultan intrascendentes valoraciones de otra índole, como si se simpatiza o no con el gobierno estatal en turno, con los funcionarios que lo integran o con el partido político del que provienen.

Responsabilidad política sin tintes partidistas ni de grupo, fue la solicitud que el gobierno federal realizó a las fuerzas políticas nacionales y esa misma fue la respuesta que recibió al aprobarse sin cambios las siete iniciativas que componen la reforma energética.

Los hidalguenses tenemos el derecho de recibir el mismo trato que nuestros representantes dieron a la reforma energética y de beneficiarnos de los mismos argumentos que se hicieron valer hace muy poco; con la diferencia de que en este caso no es necesario un consenso legislativo tan grande, dado que la concesión del aeropuerto es facultad del gobierno federal.

Al final del día, tal como lo señala la frase atribuida a Sigmund Freud, “somos dueños de lo que callamos y esclavos de lo que hablamos”.

¿Usted qué opina?

3 comentarios:

  1. Antes de empezar el comentario que quiero hacerte acerca del articulo quisiera decirte que, como te he comentado antes, yo no veo ningún triunfo en la reforma energética. Me refiero únicamente al tema económico, no al político. Insisto en que lo que más necesita el sector energético y en especial Pemex es inversión y aunque habrá que darle el beneficio de la duda a los cambios, pienso que será muy difícil que ésta llegue en el corto plazo. Por lo mismo no ayudara de mucho para salir de esta crisis puesto que cuando las inversiones lleguen (si es que llegan) ya habrá pasado lo peor.

    El gobierno y yo diría que los políticos en general, tienen como característica ser incoherentes. Un ejemplo que me ha llamado la atención últimamente es precisamente esa incoherencia que existió por parte de los políticos, en particular del PRI, sobre lo que hicieron con la “reforma energética”.

    Últimamente les he hecho varias preguntas a priistas sin quedar satisfecho con la respuesta. Aclaro una vez más, que no me refiero a cuestiones políticas sino a cuestiones económicas e ideológicas. Las mismas preguntas te las hago a ti: ¿Qué diferencia hay en que particulares transporten hidrocarburos en ductos o en camiones? ¿Cómo país, soy más “soberano” si permito que particulares los transporten en camiones y menos si lo hago en ductos? ¿Por qué apoyar la Ley para el Aprovechamiento de Energías Renovables si permite la inversión privada en un sector “estratégico”? Con todas las acotaciones pero ¿Por qué los particulares podrán producir electricidad por medio del viento o el sol y no van a poder construir una termoeléctrica? Una vez más, ¿Soy más “soberano” si dejo que los particulares produzcan electricidad por medio del sol y menos si lo hacen por medio de gas?

    En las respuestas no he encontrado argumentos sólidos. Sigo esperando…

    Si bien entiendo el fondo de la pregunta que te haces en el articulo y comparto tu idea de que es importante una definición al respecto por la envergadura del proyecto y los beneficios que traería al estado yo me haría una pregunta completamente diferente: ¿El gobierno de un Estado tendría que pedir permiso al gobierno federal para realizar un proyecto, en su propio territorio, que le traería enormes beneficios a sus ciudadanos? Voy mas allá ¿Debería el gobierno, federal o estatal, decir no a alguna persona que quiera crear un proyecto de infraestructura, el cual traería beneficios a la sociedad?

    Paul Romer, un economista de Stanford y experto en crecimiento económico, defiende la idea de que el Estado debe intervenir en cuestiones como comunicaciones, generación de energía, infraestructura etc por que si se dejara al libre mercado por las características de la industria se crearían monopolios privados y los monopolios en cualquiera de sus versiones son malos. El problema es que él se refiere a un Estado ideal, en el que el gobierno hace todo bien, lo cual no existe. Lo que tenemos en la mayoría de los gobiernos es burocracia, corrupción, incentivos mal aplicados, influencia de grupos de presión etc.

    Yo tengo más la idea de un estado regulador, que su papel fuera crear las reglas necesarias para que exista competencia. La competencia crea muchos beneficios a la sociedad. Sería muy diferente si los estados no le tuvieran que pedir autorización al gobierno federal para construir aeropuertos, refinerías, hidroeléctricas, vías de tren, carreteras, puertos etc. Luego fomentar la inversión privada a fin de no distraer recursos que se pudieran usar para ayudar a la gente más pobre. Los mismos Estados podrían entrar en competencia a fin de atraer esa inversión y crearían mejores condiciones para los negocios. Las decisiones se podrían tomar en “casa” y así se tendrían más claras las partes negativas de los proyectos para atacarlas y solucionarlas.

    Me pregunto cuánto dinero se ha gastado el Estado de Hidalgo en los proyectos que mencionas, no digo que este mal que se quieran realizar proyectos así pero creo que por las leyes que tenemos, la relación entre gobierno federal y estados, así como las ganas de intervenir y mal regular hacen que los costos se transfieran a las personas equivocadas.

    Al final del día dependemos de la “buena voluntad” de las personas que trabajan en el distrito federal y no de la voluntad de los hidalguenses para hacer las cosas.

    Cesar O. Gonzalez

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  2. Estoy de acuerdo en que es urgente y necesario impulsar el proyecto como mecanismo de atracción de capitales productivos.
    Tenemos que crecer en todo el estado de Hidalgo, no podemos continuar en medio de esta crisis económica.
    Necesitamos generar empleos con salarios dignos y prioritariamente sean para los hidalguenses o personas que tienen años radicando en la ciudad o en el estado.
    Hay muchos jóvenes que quieren emprender laboralmente y muchas personas que tenemos los años y las ganas de trabajar y vivir bien
    Comentario de Lourdes Pineda Barrera

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  3. La pertinente crisis solametne tiene un responsable, el nefasto gobierno socialista que asola nuestro pais, desbancando las reservas nacionales del Banco Central, provocando un duro desequilibrio macroeconomico en la balanza de pagos

    ATENTAMETNE JOSE LUIS TUGORES

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