domingo, 2 de noviembre de 2008

Elecciones en Estados Unidos: Obama ya ganó


Independientemente del resultado final de las elecciones que se celebrarán el próximo martes 4 de noviembre en los Estados Unidos de América, es un hecho que lo alcanzado por el candidato presidencial del partido demócrata, Barack Obama, tiene por muchas razones sabor a victoria.

La primera de estas razones implica, más bien, un triunfo para las instituciones norteamericanas en su conjunto y deriva de una cuestión teórica fundamental: tal como lo contemplaron los padres de la democracia liberal –Madison, Jefferson, Tocqueville y Mill– al conceder una especial atención a los riesgos de la “tiranía de la mayoría”, aunque la regla de oro de la democracia es que la mayoría siempre tiene la razón, el principio que resulta indispensable para defenderla es el del respeto a la minoría.

Es por ello que, dejando atrás la teoría y adentrándonos en la práctica, el que un ciudadano perteneciente a una minoría históricamente subyugada por la mayoría blanca se ubique como el candidato con más posibilidades de convertirse en el presidente número cuarenta y cuatro de una nación cuyas principales luchas internas han derivado de la desigualdad entre sus ciudadanos es en sí mismo una victoria.

Es cierto que ha pasado mucho tiempo desde que en 1861 el presidente Abraham Lincoln –político de Illinois, igual que Obama– se viera en la necesidad de librar la cruenta guerra civil que durante cuatro años dividió a los Estado Unidos, con un costó de un millón de bajas, teniendo como principal motivación la abolición de la esclavitud en la que se encontraba sumida gran parte de la población afroamericana de su país.

Aunque en realidad no ha pasado tanto desde que en 1955 muchos negros decidieran negarse a acatar la ley que, 100 años después de haber sido liberados, aún les obligaba a ceder su asiento en el autobús a los blancos que lo solicitaran, comenzando con ello el Movimiento por los Derechos Civiles estadounidense.

Hace sólo cuarenta años, en 1968, la bala que cegó la vida del premio Nobel de la Paz Martin Luther King. Jr., afortunadamente no logró hacerlo con el “sueño” que tuvo el reverendo, que pasaba por el acceso pleno a los derechos civiles y la igualdad ante la ley de los negros y otras minorías.

Así las cosas, aunque es innegable que Barack Obama es el producto más acabado de la lucha por la igualdad de hecho y de derecho de los norteamericanos, y un excelente ejemplo de que el actuar de las generaciones de hoy tiene impactos apenas previsibles en la vida de las del mañana; es menester reconocer que para llegar a donde ha llegado ha tenido que librar una nada fácil batalla consigo mismo y con sus adversarios.

En el camino para convertirse en el líder global que hoy es, el senador demócrata –cuya abuela paterna vive en una aldea africana llamada Kogelo, a 800 Kilómetros de Nairobi, capital de Kenya– no tuvo miedo en reconocer públicamente que llegó a consumir cocaína en su etapa de preparatoriano, haciendo de su nada común trayectoria personal uno de los puntos fuertes de su campaña.

Y es que Barack Obama ha tenido que aprender a navegar entre los mundos opuestos que componen su pasado. Lo que queda de manifiesto con el hecho de vivir cuando niño en Indonesia –país musulmán, donde asistió a una escuela católica, siendo él protestante–, ser criado por sus abuelos blancos, así como el haberse sobrepuesto al abandono de su padre.

Después de su brillante paso por las aulas de la Universidad de Columbia y de la facultad de derecho de Harvard, empezó su carrera política en Chicago, donde llegó a ser senador estatal, a pesar de la hostilidad de muchos políticos negros que lo tachaban de intruso.

De hecho, debido a las resistencias de estos políticos abandonó su deseo de ser alcalde de su ciudad y en 2004 decidió pasar a la escena nacional, al presentarse como senador federal por Illinois.

Pero quizá la batalla política más dura a la que se ha enfrentado el autor de varios libros Best Seller´s fue la elección interna en la que el partido demócrata eligió a su candidato a la presidencia.

Cuando el 10 de febrero de 2007 el senador anunció su intención de buscar la candidatura por su partido, pocos le concedían esperanzas frente a una poderosísima Hillary Clinton, que representaba la opción de ser la primera presidenta mujer de los Estados Unidos de América y contaba con el apoyo de los grupos de poder más influyentes a nivel nacional e internacional.

Dieciocho meses después, el 28 de agosto de 2008, aprovechando los graves errores en la campaña de la senadora Clinton, un ambiente cada vez más propenso al cambio y una creciente resistencia social al Statu Quo, Barack Hussein Obama II fue proclamado candidato presidencial de los demócratas.

No sólo venció a Clinton, sino que consiguió generar el consenso suficiente para forzar el apoyo incondicional de la ex primera dama y de la mayoría de los grupos que la respaldaban.

En el camino se anotó varios triunfos: logó que el creciente poder de internet jugara a su favor, recaudó cientos de millones de dólares para su campaña y tomó para sí la bandera del cambio, posicionando su lema “el cambio en el que podemos creer” como la representación de la serie de transformaciones que, exaltadas por la crisis financiera internacional, demanda el pueblo norteamericano –incluido el apetitoso sector de los votantes indecisos.

Este largo proceso, sin duda, fue de mucha utilidad para que prácticamente todas las encuestas ubiquen a Obama como el más probable ganador de las elecciones del próximo 4 de noviembre.

Lastrado por el creciente rechazo a George Bush y por una poco afortunada selección de su compañera de fórmula, su contendiente del partido republicano, John Mccain, no ha logrado convencer a la opinión pública de que desea hacer las cosas de manera diferente de cómo las ha hecho la actual administración y, menos aún, de que tiene la capacidad para hacerlo.

A pesar de lo anterior, existen aún dudas sobre el resultado final de la elección, fundadas principalmente en dos argumentos: el obsoleto sistema electoral estadounidense y la teoría del voto “oculto”, basada en el conocido como efecto “Bradley”.

El primer argumento es completamente real y, como se demostró en las elecciones del año 2000, puede constituir un factor decisivo.

Vale la pena recordar que en ese país, cada uno de los 50 estados que lo componen son los responsables de organizar la elección presidencial de acuerdo con sus propios criterios, lo que ocasiona una serie de disparidades y puntos “débiles” del sistema, que abren la puerta al fraude electoral.

En este mismo sentido, la del presidente norteamericano no obedece a un sistema de elección directa –como en la mayoría de los sistemas presidencialistas modernos– sino indirecta; lo que se traduce en el hecho de que cada uno de los 50 estados valga, de acuerdo con su población, un número de votos “electorales” que sumados hacen 538. El ganador es aquel candidato que obtenga 270 o más votos “electorales”.

Es por ello que existe la posibilidad de que un candidato que resulte vencedor en el número de votos “electorales”, no lo haga en el de votos populares emitidos en las urnas. Esto, que sólo ha sucedido en cuatro ocasiones, fue lo que pasó en el año 2000 cuando Bush triunfó sobre a Al Gore habiendo obtenido menos sufragios a su favor.

El segundo argumento que tiene preocupados a los simpatizantes de Obama es el del voto “oculto”, que no es otra cosa más que la posibilidad de que muchas de las personas que en las encuestas manifiestan su deseo de votar por el candidato negro, en realidad deseen votar por Mccain y no lo digan por miedo a ser tildados de “racistas”.

Esta situación, que ha sucedido en varias ocasiones, también es llamada efecto “Bradley”, bautizada así en honor al candidato negro a gobernador de California que en 1982, a pesar de que las encuestas lo colocaban con una diferencia de hasta 15% por encima de sus adversarios, perdió la elección debido al voto “oculto” que no se manifestó en los estudios de opinión que lo colocaban ganador.

De hecho, en la recta final se observa la activación de una especie de campaña del miedo, lo que se puede comprobar en las declaraciones hechas apenas el viernes por el magnate australiano Rupert Murdoch; quien dijo a uno de los cientos de diarios que posee por todo el mundo, que el triunfo de Obama traería consigo una profundización de la crisis económica, debido a las políticas proteccionistas que se barajaban en los círculos demócratas.

Independientemente del papel que en la realidad jueguen estos dos factores, no cabe duda de que el 4 de noviembre de 2008 será un día histórico para los Estados Unidos, cuyos efectos resonarán a nivel global, por el innegable papel que dicho país juega en el concierto mundial de las naciones.

1 comentario:

  1. Lourdes Viridiana Pineda Barrera escribió:

    Felicidades, bien por tus notas periodísticas y felicidades por todos tus logros tendrás un buen futuro y todo este esfuerzo será recompensado. Te mandamos muchos Saludos y un beso. Te queremos mucho Viridiana y Luly

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